Una noche, como otras muchas, no podía dormir… Me levanté de la cama (y eso que hacía frio eh!) y saqué una de las cajas, la caja de todos los escritos que tenía o creía tener de Joaquín (pues luego me han aparecido nuevas cosas). Aunque todo esto estaba super releido por mí en nuestros años de novios ¡el tiempo no me hizo borrar nada! pero si hizo que al tenerlo a él, a ciertas cosas yo no les diera la tremenda importancia que tenían.

Loli leyendo una carta de Joaquín

Saqué una primera carta al azar. En el fondo de mi corazón no sabía lo que estaba haciendo, lo que si sabía era que al estar tantos años sin Joaquín, tenía en mis manos algo que él un día escribió para mí. Que esa carta que yo tenía en mis manos, antes había estado en las suyas, que ahí estaban sus huellas, que ahí estaba su amor por mí, su cariño, su ternura, su dulzura, que ahí estaba lo que yo en esos momentos hubiera querido, retrocediendo en el tiempo, recuperar. Aquella era una carta increible, increiblemente preciosa (más adelante os la pondré en el Blog junto con más cosas). La leí entera. Eran las dos y media de la madrugada. La volví a colocar en su sitio y saqué una carta de las que yo le había escrito a él. Era similar a la suya. Le decía, como él a mí, que el mundo existía porqué en él estabamos nosotros queriéndonos.

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