ESTOY BRUTALMENTE ENAMORADO DE LA CRIATURA MÁS MARAVILLOSA QUE EXISTE Y A LA QUE AMO MÁS QUE A MI VIDA MISMA. SOY TUYO.
Amor mío: He entornado la ventana y la habitación ha quedado en la penumbra. Me he tumbado en mi cama dejando tu hueco a mi derecha. Y he leído tu carta lenta y emocionadamente. Tu recuerdas cuando acaricias mis manos, o mejor aún tu recuerdas un diez y siete de noviembre en que mi amor sollozaba contra tu hombro. Tú lo recordarás, seguramente, pues lo llevas aún en tu corazón. Pues puedo decirte que aún era mayor que aquel día mi emoción hace un rato cuando leía sobre mi cama esa carta tuya tan maravillosa, tan estremecida de amor, jamás volverás a hacer algo tan grandioso por mi como el haber escrito esa carta. Mas de una vez con los ojos llenos de lágrimas de amor he tenido que dejar de leer para apretar la carta contra mi cara en busca de tu perfume, de tu tacto, de esas caricias geniales que solo de leerlas (les falta tu voz) estremecen toda mi carne de amor. He temblado todo yo sobrecogido. He sentido con una intensidad hasta ahora no superada sentimientos maravillosos de amor, deseo, ansiedad, avaricia. Porque yo Lolichi queridísima, soy ansioso, deseoso, avaricioso de ti. Yo no tengo paciencia, no espero pacientemente el momento de casarme. Lo espero y deseo, con la misma terrible y devoradora avaricia que tu lo esperas. ¿No sabes una cosa? Tú y yo somos una misma cosa. Tu no acabas en ti sino que te prolongas dentro de mi. Y yo, no soy solo yo sino lo que en ti hay de mi, también. Y no esperes encontrar en ti un sentimiento que simultáneamente y con la misma fuerza no se encuentre también en mi alma. Ya lo has comprobado montones de veces. Una vez más te lo digo: todos esos sentimiento de que me hablas no son tus sentimientos, son nuestros sentimientos. Lo tuyo
Eres, virgen, como un pozo sin fondo, un manantial inagotable, algo insondable, infinito y eterno. Te lo he dicho muchas veces. Cuando me creo que ya conozco todo tu amor, que ya te has dado a mi enteramente, de repente, como si abrieras una nueva puerta, me descubre un mundo ignorado, mucho más maravilloso que el que hasta entonces conocía. Me das mucho más amor y eres más mía que nunca. Esta vez con tu carta ha ocurrido eso, pero con la particularidad de que ha sido mucho más generosa. Me has llevado hasta el cuarto del tesoro y alli me has enseñado las muchísimas riquezas que allí hay para mi. Soy tuyo Atu.
Pero no voy a continuar hablando de tu carta ya que quiero añadir algo nuevo. Tu me hablas de ti para mi y yo también tengo cosas que darte. Amor que despertar y muerte que provocar. Yo también tengo poder sobre ti.
Y así continuaría eternamente hablándote íntimamente, porque a mi me encanta hablar de esta intimidad. Pero, te confieso, estos últimos días me asustaba escribirte de esto pues tengo miedo que lo puedan leer en tu casa. Ahora no quiero que hoy rompas esta carta, guárdala y hoy mismo la metes en un sobre y me la mandas. Yo llevaré el sábado la tuya y la mía y juntos las leemos en Denver y luego ya si quieres la rompemos, o las guardo yo bien. hazlo así.
Hoy habrás ido al teatro. No tienes ya que hacer nada para compensarme porque ya está hecho. Tu carta de hoy lo compensa todo. Yo pensaba que hoy sería un día triste para mi y tu lo has convertido en un día maravilloso, gracias, virgen.
El domingo te explicaré porque me entristece que vayas al teatro, pues no quiero que pienses de mi que soy un tío raro. Luego no volvemos a hablar del asunto. Con todo esto tengo unas ganas locas de que llegue el domingo. Hablaremos de todas esas nuevas cosas que tu has aprendido y haremos un domingo maravilloso. Ya lo veras.
Mándame una hojilla pues quiero ir bien afeitado tu me necesitas muy lindo y yo que siempre he ido sin afeitar me afeito para ti. Yo tengo para ti una confianza absoluta, tienes que decirme cuando has notado lo contrario pues tiene que tratarse de un error. Estoy unidísimo a ti, que eres mi virgen, mi bien y mi tesoro. Quisiera que mi carta la leas como yo he leído la tuya. Dime luego lo que sientes.
También es mi deseo que te haga mi carta pasar un rato de amor tan grande y maravilloso como el que yo he sentido gracias a la tuya.
Te quiero mucho, amor mio. Estoy estudiando mucho y comportándome como tú quieres. Ámame muchísimo.
Dime si mi carta es digna de lo que merece tu carta. Háblame siempre de todo cuanto sientas. Para despedirme no encuentro mejores palabras que las que tu empleas para despedirte de mi: un abrazo eterno recibiendo las mejores estrellas calientes y estremecedoras. Tuyo Quin.
Aquí se acaba esta maravillosa carta, pero sigue un poema precioso que me ha mandado mi amiga Ana Mirasol para que lo incluya en el blog y como me ha encantado aquí os lo pongo y le digo a Ana:
¡Querida Ana! Como no va a ser digna esta preciosa poesía de Antonio Machado que con tantísimo gusto has sabido elegir para Joaquín y para mí. ¡Eres increible! Que pena no haber llegado a ti antes, ha sido una perdida grandiosa para mi. Continuaremos en contacto…
Y también quiero darle las gracias a Conchita Cosme de Alcántara. ¿Porqué? Pues por estos preciosos ciclámenes que adornan su casa y que me ha mandado en forma digital para que yo los comparta con vosotros. ¡Gracias Conchita!
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Como siempre, el fotografo no sale en la fotografía, pero en este caso es mi marido Joaquín de Prada Gónzalez, que retrata al amor de su vida con las primeras mini faldas de la época y con dos de sus tres hijos, Cristina y Jose Manuel.
Más que guapa, Loli! Me da como nostalgia (de no sé qué!??!!)