El 31 de diciembre de 1936 murió Miguel de Unamuno. Hace 75 años. No deja de ser sorprendente lo que ha cambiado España en esos 75 años. Hace 75 años España estaba en plena guerra civil (o incivil como la llamó Unamuno) y la luz al final del tunel estaba muy lejos de avistarse.

Miguel de Unamuno era bilbaino pero pasó gran parte de su vida en Salamanca y allí murió. Como sabéis, Joaquín de Prada González, mi Joaquín, también era de Salamanca y tenía tan solo 3 años y cuatro meses cuando Unamuno murió. El abuelo de Joaquín, Manuel González Calzada, era entonces catedrático de la facultad de ciencias de la Universidad de Salamanca, compañero de Unamuno, y en la familia se conocían anécdotas que contaba mamá (Carmen González Pérez, la madre de Joaquín) de cuando su padre coincidía en algún tribunal de éxamenes con Unamuno (gran aficionado a la papirofléxia) y al acabar se traía Manuel para casa las pajaritas de papel que éste había hecho y dejado atrás, ya que a sus hijas les gustaba jugar con ellas.

Tristemente, Manuel González Calzada fue testigo directo y partícipe de uno de los golpes más bajos que recibió Unamuno tras el incidente que ocurrió el Día de la Raza (12 de octubre de 1936) -ver más abajo un recuento del incidente-. Por unanimidad fue destituido de su cargo de Rector Vitalicio, siendo presidente del claustro en aquella ocasión y por circunstancias, Manuel González Calzada.

Algunos de vosotros sabéis, que por orden judicial, no puedo reproducir o publicar fotografías en las que aparezca la imagen de los demandantes y sus ascendientes. Los demandantes son José María de Prada González y Manuel Prada González, “hermanos” de Joaquín. Y pongo hermanos entre comillas pues ni le llegan a la suela del zapato a Joaquín ni se merecen ser llamados hermanos tras lo que le han hecho a él, a nuestros hijos y a mí. Bueno, volviendo al caso, que no se froten las manos pensando en un nuevo pleito pues no soy yo quien ha publicado esta foto que véis abajo si no mi hija Cristina de Prada, y yo me limito a poner un enlace a la misma.

Si no sabéis de que va esta historia, os recomiendo que os paseéis por mi blog y os pongáis al día. Y si queréis un atajo, visitad esta entrada: http://www.lolideprada.com/?p=886 y esta http://www.lolideprada.com/?p=801 y esta http://www.lolideprada.com/?p=16 y esta de mi hija Cristina: kuki.deprada.net/?p=245 y esta de mi hijo Joaquín: joaco.deprada.net/?p=134

En fin, esta imagen es un escaneo del carnet de Catedrático numerario de la facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca del abuelo de Joaquín, Manuel González Calzada. Fechado 24 de mayo de 1935.

My great grand father Manuel González Calzada

Si queréis profundizar en el tema de los últimos meses de Unamuno y el famoso incidente, no hay mejor libro que el escrito por nuestro querido amigo, Luciano G. Egido Agonizar en Salamanca. Unamuno, julio-diciembre 1936 de la Editorial Tusquets.

Leerlo es una gozada. A modo de caramelo os pongo este pequeño fragmento del libro:

“Y fue aquel hombre viejo, de setenta y dos años con su catarro no curado del todo, harto de estar callado, enfurecido por lo que estaba viendo, avergonzado de lo que había dicho y fiel a la contradicción permanente, sin dejar de ser él mismo, de su vida, y dijo no. Como había previsto, se le desató la lengua que evidentemente tenía atada, y dijo no. En medio del ceremonial del nuevo vocabulario, rodeado de los partidarios armados y exaltados del sí, dijo no. Se atrevió a decir lo que hacía semanas que venía pensando, lo que creyó que tenía que decir, una vez más sin medir las consecuencias, fuera de las circunstancias y contra las circunstancias. Como siempre, dijo lo que nadie esperaba, lo que nadie podía suponer que iba a decir; ni siquiera el general Franco, que era el más listo de todos, había podido pensar que el hombre que le sustituía en aquel acto, al que le había dado la confianza de su representación, se atrevería a decir lo que dijo, en el lugar que lo dijo y delante de quien lo dijo. Porque aquel hombre viejo, como un supremo sacerdote, dijo no.”

Aquí sigue un recuento (mucho más escueto que el del libro que os recomiendo) de las circunstancias que llevaron a la destitución de Miguel de Unamuno como Rector Vitalicio y que ciertamente contribuyeron a su muerte (extraido del libro de Jaume Claret Miranda “El atroz desmoche. La destrucción de la Universidad española por el franquismo, 1936-1945)”:

El 6 de octubre, Miguel de Unamuno daba el primer paso hacia el disentimiento público y visitaba personalmente al general Francisco Franco. El rector intentó interceder por sus amigos Atilano Coco y Filiberto Villalobos, expuso la falta de base de muchas de las acusaciones, denunció los excesos y acabó pidiendo que se evitase el bombardeo de Bilbao, pues contaba allí con dos casas. El generalísimo no atendió ninguna de las peticiones y, de toda la entrevista, únicamente recordó sarcásticamente la última solicitud.

La siguiente escena ya nos traslada a la Fiesta de la Raza, cuando, tras la misa solemne en que el vicerrector Madruga Jiménez había sustituido al rector, se celebró un acto académico. La sesión se inició con unas palabras de Miguel de Unamuno, máxima autoridad en representación del general Francisco Franco, con Carmen Polo a su lado. Después tomaron la palabra el catedrático José María Ramos Loscertales, el dominico e historiador Vicente Beltrán de Heredia, el catedrático Francisco Maldonado de Guevara y Andrés y el poeta y presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza, José María Pemán Pemartín.

Los discursos se caracterizaron por su vehemencia, especialmente el del profesor Maldonado de Guevara, quien atacó violentamente al nacionalismo catalán y al vasco, describiéndolos como “cánceres en el cuerpo de la nación”. Tan sólo el fascismo, el “sanador” de España, sabía cómo exterminarlos, “cortando en la carne viva como un cirujano resuelto, libre de falsos sentimentalismos”. La excitación retórica provocó un brusco inciso del general José Millán Astray y sus seguidores con gritos y saludos fascistas.

Tras el incidente, los parlamentos se reanudaron, pero el rector salmantino decidió responder a la provocación y buscó en sus bolsillos un papel donde realizar unas anotaciones. Finalmente encontró el sobre de la carta remitida por la mujer de Atilano Coco, y allí mismo redactó el guión para una intervención final no prevista. Cuando José María Pemán finalizó su perorata, Miguel de Unamuno se ponía en pie.

Aunque no se conservan sus palabras exactas y las versiones varían de uno a otro autor, el sentido último se mantiene en todas ellas. “Dije que no quería hablar, porque me conozco; pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de guerra internacional y en defensa de la civilización cristiana: yo mismo lo he hecho otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia que es crítica diferenciadora, inquisitiva, mas no de inquisición. Se ha hablado también de los catalanes y los vascos, llamándoles la anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda la vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis. Ése sí es imperio, el de la lengua española, y no … “

Las palabras del rector finalizaron bruscamente, pues el manco general Millán Astray se levantó de nuevo y rompió el hilo del discurso golpeando la mesa con su única mano mientras, por dos veces, gritaba: “¿Puedo hablar?”. El militar justificó de nuevo la guerra y, secundado por la mayoría de los presentes, concluyó con el conocido grito de la Legión, “¡Viva la muerte!” y el aún más famoso a partir de entonces, “¡Mueran los intelectuales!”. Algunos autores invierten el orden de las exclamaciones, pero el resultado fue el mismo: Miguel de Unamuno trató en vano de replicarle y tuvo que ser escoltado por la guardia personal de Carmen Polo, quien lo tomó del brazo. En el coche oficial del Cuartel General, el rector salmantino era acompañado hasta su casa. El mismo general Franco comentó posteriormente que “todo fue una réplica del general a la actitud bastante molesta del señor Unamuno, que no se justificaba en un acto patriótico, en un día tan señalado y en la España nacionalista que lucha en el campo de batalla con un feroz enemigo y con grandes dificultades para vencerlo”.

El cierre de filas fue inmediato. Aquella misma tarde, sus compañeros habituales de tertulia en el Casino le dieron la espalda y lo insultaron. Poco después, se dio marcha atrás en su nombramiento como presidente honorario. El día 13, en sesión secreta, el Ayuntamiento solicitaba formalmente al gobernador civil su destitución como concejal. El regidor Rubio Polo lo acusaba de tener una “actitud incongruente, facciosa y antipatriótica”.

Al día siguiente, 14 de octubre de 1936, bajo la presidencia accidental del decano de Ciencias, Manuel González Calzada, y a propuesta del decano de Filosofía y Letras, José María Ramos Loscertales, el Claustro de la Universidad de Salamanca, al retirar por unanimidad la confianza en su actual Rector, considera el cargo como vacante y propone al Alto Mando para el cargo de rector de esta Universidad al catedrático Don Esteban Madruga Jiménez. Los mismos que el 25 de enero de 1935 presentaban, también por unanimidad, la candidatura de Miguel de Unamuno al premio Nobel de Literatura, apoyaban ahora su defenestración. El 18 de octubre era cesado oficialmente.

Tras comprobar cómo por la calle la gente le increpaba y la policía lo vigilaba, el ya ex rector no volvió prácticamente a abandonar su casa de la calle Bordadores. “He decidido no salir ya de casa desde que me he percatado de que al pobrecito policía esclavo que me sigue -a respetable distancia- a todas partes, es para que no escape -no sé a dónde- y así se me retenga en este disfrazado encarcelamiento como rehén no sé de qué, ni por qué ni para qué …”

Los hijos tenían miedo de lo que pudiera suceder, y por ello pidieron a su padre, y casi le impusieron, que se quedara en casa y hablara lo menos posible con la gente, lo que era mucho pedir para su temperamento, y estaba deseando que le visitase cualquier amigo para desahogarse. Pero pocos eran los que se atrevían a frecuentar su casa en aquellos día, más allá de algunos falangistas que intentaban conquistarlo para su causa y con los que mantenía acaloradas discusiones.

El 19 de diciembre la Junta Universitaria, como si nada hubiese ocurrido, daba lectura a una carta remitida por el ya ex rector, donde reiteraba su voluntad de donar su biblioteca particular al centro. Sus antiguos compañeros se limitaban a transmitirle “su más grande agradecimiento” por el donativo.

Finalmente, el día 31, entre las cuatro y media y las cinco de la tarde, en una Salamanca a oscuras en previsión de los ataques aéreos, moría «intoxicado por el brasero» Miguel de Unamuno y Jugo. Al día siguiente, ano nuevo de 1937, se reunían en su velatorio familiares, catedráticos y falangistas. Estos últimos conseguían apropiarse del féretro y enterrarlo con los honores destinados a uno de los suyos. El nieto del ex rector, Miguel, testigo de la escena, salía corriendo mientras gritaba: “Se llevan al abuelo, a tirarlo al río”.

Aquel mismo diciembre, el día 8, había sido fusilado su amigo el pastor protestante Atilano Coco, sin ser sometido a juicio, contra las tapias del cementerio del Marín. En su ficha carcelaria se recogía como destino: “Libertad”.

 

 

 

10 Respuestas a “Joaquín y Loli recuerdan a Unamuno a los 75 años de su muerte”
  1. Joaco dice:

    Me pone la carne de gallina. Fueron tiempos durísimos en España, ahora todo el mundo es “demócrata” por no decir “cristiano” pero Unamuno pago el precio definitivo por decir la verdad.

    El carnet me parece un documento de valor incalculable, y, me alegro de que papá y Cristina lo haya conservado.

    ¡Ánimo mamá!

  2. José Manuel de Prada-Samper dice:

    Sí, es un excelente resumen de esta penosa historia de pugna entre fanatismo e integridad.

    Hace un par de años, consultando un libro, averigüé por casualidad el papel nada lucido que desempeñó mi bisabuelo Manuel González Calzada en la destitución de Unamuno como rector.

    El descubrimiento me dejó estupefacto, pues la tradición oral de la familia había silenciado por completo este episodio.

    Me pregunto qué pensamientos pasaron por la cabeza de mi bisuabuelo durante aquel penoso acto de claudicación, mientras hacía de títere de los nuevos amos de España.

    De una cosa estoy seguro: incluso si comulgaba con las ideas de esos energúmenos, tuvo miedo, por su integridad y la de los suyos.

    Quién no lo tendría en semejantes circunstancias.

    Han pasado tres cuartos de siglo, y España es una democracia, pero la mentalidad de Franco, Millán Astray y sus secuaces no ha desaparecido de esta tierra.

    El afán de venganza, la hipocresía, la ignorancia, y esa peligrosa combinación de fervor religioso y anemia moral acechan en los lugares más insospechados.

    Me alegro de que haya sobrevivido el carnet de mi bisabuelo. También opino que es un documento valiosísimo.

  3. Ana Mirasol Vento dice:

    Que tristeza produce recordar el odio y la decisión de acallar cualquier disidencia, la persecución implacable de los vencidos que aún apenas comenzada la guerra ya existía y que se prolongó tantos años.
    Paz, piedad, perdón. ¿Alguién escuchó estas palabras de otro ilustre español ?

  4. Joaco dice:

    ¿Pero todo esto no hace a mi bisabuelo un personaje público?
    En todo caso es mi bisabuelo ¿no? ¿O me han quitado eso por sentencia?
    ¡Menos mal que no es firme!

  5. El 75 aniversario de Radio Nacional de España… « Altea te quiero verde's Weblog dice:

    […] Joaquín y Loli recuerdan a Unamuno a los 75 años de su muerte […]

  6. Joaquín de Prada dice:

    Cada vez me gusta más esta entrada… Por lo bien que está escrita, lo bien que sintetiza los hechos, por como se contextualizan los hechos en los pequeños detalles, pero sobretodo por la MENTIRA…

  7. Joaco dice:

    Lo que quiero decir es que (y eso es lo más paradójico) que me siento más Prada que nunca, aunque me han insultado, timado, denunciado, difamado, me siento más conectado con papá y con su forma de pensar que nunca: “venceréis pero no convenceréis” estoy oyendo a papá decírmelo, ahora mismo, al oído, pero da igual papá, aunque no convenzan, han vencido y el coste humano lo estamos pagando Cristina, yo, y por supuesto mamá.
    ¿era un secreto de familia la participación del bueno de Don Manuel, mi bisabuelo en todo este tema? Pues no lo se.
    Pretender disociar el personaje de sus circunstancias y de su familia, igual que en el caso de papá, es imposible. A partir de Abril de 1956 NO EXISTE NI SE PUEDE CONCEBIR a Joaquín de Prada SIN SU FAMILIA que el adoraba. Por lo tanto cualquier ATAQUE contra su familia, contra “nosotros” es un ataque contra ÉL.
    SE OS TENIA QUE CAER LA CARA DE VERGÜENZA DE HABER HECHO (Y SEGUIR HACIENDO) LO QUE HACÉIS. ES REPUGNANTE Y ES UN INSULTO A JOAQUÍN DE PRADA.
    Si realmente os preocupara Joaquín de Prada, papá, NO HABRÍAIS HECHO NADA DE TODO ESTO, “ESTO” responde a OTROS intereses, y lo ve todo el mundo “FUERA” de vuestra PECERA PONZOÑOSA, lo ven los amigos de papá, lo ven sus compañeros notarios, sus amigos del mundo del cine.

  8. Un amigo dice:

    Querida Loli:

    He leido tu apunte sobre Unamuno y no puedo negar que tu texto, además de evocarme la Salamanca en que también estudio mi padre, me hizo recuperar, una vez más, el recuerdo imborrable de Joaquín, castellano cultivado y sensible, tan dedicado a sus afectos como firme en sus convicciones.

    Con un abrazo,

    Un amigo

  9. Cristina de Prada dice:

    Me ha encantado también esta entrada, a la que por cierto he contribuido con el carné que, Joaquín debo corregirte, no viene de unos amigos sino que lo tengo yo desde hace décadas pues me lo dio papá a mi para que lo guardara junto con otros documentos.

    Nosotros hemos atesorado siempre las fotografías y documentos históricos familiares, y es la razón por la que mi abuela, Carmen González Pérez le regaló a mi hermano Joaquín muchos álbumes de familia, que siempre amenazó con destruir, pero que nunca tuvo el corazón de hacer pues se dio cuenta de que su miedo (que aquellas fotos antiguas fueran objeto de ridículo) no tenía justificación alguna si acababan en nuestras manos.

    En el infame pleito que los hermanos de mi padre han puesto a mi madre, se dice y repite que mi abuela no quería que se vieran las fotos. También dicen lo mismo en el burofax envenenado que nos mandaron en su día.

    Es una verdad a medias, y al final del día NO ES VERDAD. Ese es un tema del que hablé en numerosas ocasiones con mi abuela a lo largo de los años. Me dijo muchas veces que ella había quemado muchas fotos familiares antiguas, y que pensaba hacer lo mismo con las suyas más inmediatas. No acababa de entender el horror y la pena que esa declaración me producía. Yo le repetía una y otra vez que a mí las fotos antiguas de la familia me encantaban, y lo mismo le dijeron mis hermanos.

    Finalmente un día salió a la luz la razón de esa aversión a las fotos y ese miedo a compartirlas. Me dijo que cuando era pequeña ella y sus hermanas miraban los álbumes de fotos antiguas y las tres se reían a carcajadas de las personas que allí aparecían con sus atuendos antiguos. No quería que eso pasase con sus fotos. Yo le dije que JAMÁS iba yo o nadie a reírse de sus fotos y que a mí me encantaba tener esa ventana al pasado.

    Pronto comprendió que esas fotos eran tesoros para nosotros y perdió todo miedo a compartirlas, al contrario, nos fue pasando aquellas fotos para que nosotros las custodiáramos.

    No. No creo que ni mi abuela ni mi padre hubieran objetado a que algunas de esas fotos aparecieran en el precioso libro que mi madre escribió para mi padre: “Joaquín y Loli. Un encuentro de cine”. Las fotos se tratan con respeto en el libro y todo el que las ve las disfruta y muestra su admiración.

    Volviendo al tema de Unamuno, es curioso que nunca se hablara en casa de ese triste día (día de la raza). Yo soy una amante de la papiroflexia y mi abuela cuando me veía hacer pajaritas me decía que ella y sus hermanas habían jugado muchas veces con las pajaritas que había hecho Unamuno.

    Mi bisabuelo Manuel González Calzada, actuó sin duda, con el ánimo de proteger a los suyos. y ¿quiénes somos nosotros para juzgarle? Yo desde luego no lo juzgo, no sé lo que habría hecho yo en su lugar, y me alegro enormemente de no haberme encontrado ante semejante dilema.

    Dicho eso, lo que si encontraría absurdo es que activamente (no se si es así) la familia hubiera intentado eliminar este pedacito de nuestra historia. No veo la necesidad, y encontraría muy triste si así hubiera sido.

    Enhorabuena mamá por tu blog, por esta fantástica entrada y por no dejarte amedrentar ni pisar.

    A los impresentables de mi “familia” les digo: venceréis (está por ver), pero desde luego NO CONVENCERÉIS.

  10. Carmen dice:

    Gracias Loli, por esta maravillosa entrada cargada de documentación y este homenaje vuestro (Joaquín y Loli) a don Miguel de Unamuno.
    Me parece genial, que conservéis el carnet de catedrático de don Manuel González Calzada y que podamos verlo publicado en tu blog. Un DERECHO que tenéis porque es parte de vuestra historia familiar.

    Mi Salamanca tiene grabado en sus doradas piedras…

    ¨Mi divisa es: veritas prius pace, primero la verdad que la paz¨.

    “Del corazón en las honduras guardo
    tu alma robusta. Cuando yo me muera,
    guarda, dorada Salamanca mía,
    tú mi recuerdo.

    Y cuando el sol al acostarse encienda
    el oro secular que te recama,
    con tu lenguaje de lo eterno heraldo
    di tú que he sido.”
    Unamuno.

    Un abrazo muy fuerte.
    Animo valiente.

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