Pont de Suert a dónde llegué llorando y de dónde salí llorando
Escrito por: Loli de Prada en Las cosas como fueron..., Pensando en tiPont de Suert. Nuestra primera Notaría. Nuestro primer hijo: Joaquín (igual que su padre), aunque allí le llamábamos Quinito y le seguimos llamando Quinito durante unos años más.
En Pont de Suert Joaquín hizo su primera escritura de adopción. Os cuento…
Como cuando llegamos, en 1959, Pont de Suert era un pueblecito de verdad, ya se había corrido la voz de que iba a llegar un Notario. Nosotros, Joaquín y Loli (embarazada), llegamos allí con una máquina de escribir (la de su padre que también murió muy joven siendo Notario), un queso (que nos regaló no se quien) y un cuchillo. Eso era nuestro atuendo. Joaquín llevaba un poco de ropa para ponerse y yo igual.
Al llegar nos alojamos en el único hotel que había (no teníamos casa ni medios para comprar una). El segundo día por la tarde salimos a la calle para conocer los alrededores y yo no me encontraba bien a causa del embarazo. Nos paró una chica (Juanita) y nos preguntó si nos podía ayudar en algo. Mi marido le dijo que era el Notario, que acabábamos de llegar y que yo no me encontraba bien. Juanita (a la que también podríamos llamar la mujer de los 40 brazos) era empleada del único colmado que había (el colmado, si no recuerdo mal, de Rosa), y nos dijo que en frente estaba la casa de sus tíos, así que allí fuimos con ella y nos presentó a Eduardo y Dolores, unas de las personas más buenas que jamás hemos conocido. Entramos en su casa y ya sin saber cómo éramos nos dieron cobijo. Juanita y mi marido volvieron al Hotel a por nuestros pocos trastos, Joaquín pagó y entre los dos se trajeron todo, claro que era tan poquito y estaba tan cerca que no costó mucho.
Eduardo y Dolores tenían tres o cuatro habitaciones que normalmente alquilaban a los camioneros que hacían noche por que iban camino de Viella.
Ellos nos apañaron la mejor habitación que tenían y posteriormente nos arreglaron una habitación para la que yo compré una cama y un pequeño armario para poner nuestras pocas cosas.
Pero ya a partir de entonces siempre cenábamos con ellos, siempre me decían “bajen, que vamos a tomar una secallona y un d’alló”. Nuestra querencia era tan grande que no hay palabras para expresarla. Juanita me lo hacía todo. Me compraba todo lo que necesitábamos (o lo mandaba comprar con la furgoneta que iba una vez por semana a Lérida), por ejemplo el papel del Colegio Notarial (el poco que necesitábamos) y también nos encargó un selló de goma (Joaquín se lo pintó en un papel y a los seis o siete días ya lo teníamos). Porque también debo decir que durante bastante tiempo solo se hacía un “protesto” a la semana en la notaría.
Allí y bajo aquellas circunstancias me di yo perfectamente cuenta de lo mucho que nos queríamos.
Un día de los muchos en que estábamos cenando con la Sra. Dolores y el Sr. Eduardo, la Sra Dolores le dijo a Joaquín que Juanita era para ella como una hija pues ella no tenía hijos propios y su hermana tenía un montón. Joaquín le dijo que porqué no se “quedaba” con ella y la Sra. Dolores dijo que si, pero que entonces no tenían que quitársela nunca. Entonces ella hizo testamento a favor de Juanita, y pensó que con eso sería suficiente para que luego quedara heredera de todo, pero Joaquín le dijo que no, y que lo mejor sería adoptarla. Y esa fue la primera escritura de adopción que hizo Joaquín.
Para hacer la adopción tuvo que ir a Lérida a hacer unas gestiones, no recuerdo bien si era ante el juzgado y allí pasó algo curioso y que refleja muy bien el carácter de Joaquín. Mientras estaba esperando un funcionario fue preguntando qué gestión iba a hacer cada persona, y Joaquín dijo que era el Notario e iba para un tema de adopción. El funcionario entonces dijo “¡Una silla para el Notario!” a lo cual Joaquín dijo que o se sentaban todos o él no se sentaba. Así que sacaron sillas para todos.
Juanita era un sol y le guardaba los cromos a Quinito. Recuerdo los de los futbolistas y los de garbancito. Cómo trabajaba en el colmado podía atisbar por un agujerito los cromos que iban en el sobre y solo cogía los que no tenía repes. Ahora un album completo de Garbancito se puede comprar en TodoColección por el módico precio de 135 euros (fotos cortesía de Numismática Carlos Pelaez):
El primer cromo, con el pueblecito nevado, siempre me ha hecho pensar en Pont de Suert:
Me acuerdo que el Señor Eduardo, un día que Joaquín le ofreció media manzana, le dijo que muy bien, pero que entonces tenía que hacer el “tall de l’amic” (el corte del amigo), y le enseñó como se hacía (parece un puzzle), y que yo os enseño a vosotros, en estas fotos:
Luego ya nos hicimos amigos del médico, de los dos ingenieros, del farmacéutico y del alcalde.
El alcalde le dijo a Joaquín, que en Cataluña, si quieres quedar bien con las personas tienes que recordar bien su nombre cuando te las presentan, y al despedirte, hacerlo por su nombre. Creo que es buen consejo en cualquier lugar!
Nos ganamos el cariño de todo el mundo, y cuando le pedí a Joaquín que averiguara si alguien nos podía conseguir un abeto para adornarlo en navidad, acabamos con 4 abetos pues todo el mundo se desvivió por nosotros (uno dentro de casa y los otros tres en el patio!). Esta foto es de esas navidades, tomada en enero de 1961, en la copa del abeto está el muñequito inflable que le compró Joaquín a Quinito:
Mientras estuvimos allí no tuvimos coche, así que si había que desplazarse siempre íbamos con “Capacico”, que era único taxi de Pont de Suert, y que era muy majo y me dejaba sentar delante para que no me mareara (que yo soy de marearme mucho). También y como había tiempo yo le ayudaba en la Notaría a Joaquín (aunque había poco que hacer), por ejemplo, le numeraba las (pocas) escrituras al final del día. Joaquín también tenía tiempo para cartearse con Luciano G. Egido, gran amigo, y para escribir críticas de cine. Fue precisamente allí que escribió la crítica a la película Molokai, que empezaba “Molokai es una mala película”.