Archivo de la Categoría “Pensando en ti”

Hoy los recuerdos de Joaquín de Prada González, mi Joaquín, vienen de la mano de su compañero y amigo, el notario Adolfo Calatayud Sierra…

UN NOTARIO ADELANTADO A SU TIEMPO

Parece mentira pero hace ya veintiún años que nos dejó Joaquín. El tiempo transcurrido no me ha impedido seguir sintiendo su presencia cercana; su persistente recuerdo resulta inevitable para los que le conocimos y convivimos con él y, en particular, para muchos Notarios que tuvimos la suerte de estar junto a él y a quienes nos ayudó a amar nuestra profesión. Porque, aunque es indudable que la mayor tragedia de la pérdida de una persona que llenaba tanto el espacio en que se encontraba es la personal, la sufrida fundamentalmente por su familia y también por los amigos que le quisimos, creo que el Notariado padeció también de modo muy relevante la desaparición de Joaquín. A ello quiero dedicar esta breve remembranza.

Joaquín era hijo de Notario y, aunque huérfano de padre pronto, su vocación hacia la profesión notarial creció y se desarrolló en ese entorno. El que mamó desde pequeño era un Notariado de servicio, de hacedor de la paz social, de consejero de familias, de protector de los humildes; lo que es el Notariado de verdad, del que los Notarios de hoy somos herederos y que estamos obligados a preservar, también en esta sociedad actual y pese al dominio de la economía y las transacciones en masa de bienes y servicios, o, precisamente por eso mismo, incluso más que antes, porque la indefensión del ciudadano que contrata con esas grandes empresas puede ser hoy en día mucho mayor de lo que lo era en otros tiempos. Joaquín tenía muy claro que para conseguir ese objetivo era preciso penetrar hasta el fondo de cada acto o contrato, porque sólo así es posible prestar la asistencia que el contratante débil precisa y garantizarle un consentimiento debidamente informado, aspectos esenciales de la prestación de la función notarial.

Jurista de peso, como todos los buenos Notarios, la vocación por su profesión no se limitó al ejercicio de la actividad notarial en su despacho, sino que, además, realizó notables aportaciones en forma de trabajos, que se centraron en la propia actividad notarial. Sus trabajos sobre el Protocolo notarial son clásicos y la recopilación que realizó de las resoluciones del sistema notarial de la Dirección General de los Registros y del Notariado, que nadie había acometido hasta entonces, constituyeron un importante instrumento de trabajo de los Notarios y también de los órganos corporativos del Notariado, en los que también participó muy activamente, sobre todo en la Junta Directiva del Colegio Notarial de Barcelona, en la que aportó la sabiduría que le daba haber vivido de modo tan intenso el ejercicio de su profesión.

Un aspecto crucial de la personalidad de Joaquín dentro de su actividad como Notario, que me parece imprescindible recordar porque muestra la profunda mirada con que Joaquín contemplaba la función notarial, mucho más allá de su configuración meramente tradicional, es cómo se volcó, desde el principio, en la introducción de las nuevas tecnologías en el trabajo de las Notarías. Estamos hablando de la primera parte de los años 80, cuando los ordenadores se consideraban todavía aparatos propios de la ciencia ficción. Las Notarías a lo más que llegaban era a la fotocopiadora y la máquina de escribir eléctrica. La mayoría de los Notarios ni se planteaba la posibilidad de informatizar sus despachos; incluso, los que podrían pensar en esa opción, en su mayor parte la consideraban indeseable, contradictoria con la forma de trabajo de las Notarías.

En cambio, Joaquín vio siempre claro que el futuro de la profesión notarial iba por el camino de la introducción de los nuevos sistemas de tratamiento de la información y predicó con el ejemplo, haciendo un enorme esfuerzo personal y económico, pero con el entusiasmo del convencido. Un auténtico pionero. Y el tiempo le ha dado la razón; tras vacilaciones y dudas, el Notariado ha modernizado sus modos de trabajo. Cuando, al cabo de los años, formé parte de la Comisión de Sistemas de la Información del Consejo General del Notariado y hubo que organizar, casi de cero, un sistema de información del Notariado, ante las grandes dudas que con frecuencia me asaltaban no podía dejar de recordar a Joaquín e intentar de adivinar cómo habría él resuelto esta o aquella cuestión.

La prematura pérdida de Joaquín impidió al Notariado poder contar con él en esta tarea tan compleja, para la que estaba especialmente capacitado y nos privó a los Notarios de una aportación que, estoy seguro de ello, habría impregnado de sentido común y sensatez y de profunda perspectiva notarial a la necesaria convivencia entre esta función cuyas raíces penetran en siglos de historia y las nuevas técnicas de la información imprescindibles hoy. Seguro que habría contribuido a impedir algunos excesos que hemos tenido que sufrir, que, en algunas ocasiones, han llevado a utilizar las nuevas técnicas para subordinar lo esencial de la función notarial, la independencia del Notario en el ejercicio de su función y la protección de los derechos de los ciudadanos que reclaman su ministerio, al interés de las administraciones públicas por ejercer el mayor control posible sobre aquéllos, sirviéndose para ello de los Notarios más allá de lo razonable.

¿Son muchos veintiún años? Sin duda, pero no los suficientes para que el recuerdo de Joaquín y el sentimiento de pérdida de lo mucho que todavía podía habernos aportado y lo que podíamos que haber disfrutado de su presencia, se desvanezca.

 Adolfo Calatayud Sierra

Notario

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El próximo 12 de junio habrán pasado 21 años desde que murió Joaquín de Prada González, mi Joaquín, y sigue siendo recordado por muchos, que lo quisieron y disfrutaron de su amistad. Muchos amigos me han mandado escritos para que los publique en el blog en esta fecha tan señalada, y como todos los escritos son pequeñas joyas, yo voy a ir publicándolos a lo largo de la semana y no todos de golpe, para que así cada uno se aprecie más.

Para empezar y abrir boca, el escrito de uno de esos amigos, el notario Juan José López Burniol, que le rememora en este maravilloso escrito que no me canso de leer y que creo que os gustará mucho. Como es el primer escrito que recibí, es el primer escrito que os pongo…

 

MEMORIA VIVA

 No todas las memorias son iguales. Está, en primer lugar, la memoria histórica, es decir, la memoria individual o colectiva de hechos pretéritos, que no han sido protagonizados ni presenciados por quienes los rememoran. Esta distancia en el tiempo y en el espacio no impide que dichos hechos marquen o puedan marcar la vida y el futuro de quienes los tienen presentes; así -por ejemplo- la Guerra Civil española marcó el destino de quienes nacieron después de que hubiese terminado pero estuvieron sujetos a las consecuencias de su desenlace. No obstante, pese a la influencia determinante de este tipo de memoria, y pese incluso a que pueda concitar sentimientos de alto voltaje, tanto de cordial y entusiasta adhesión como de frontal e indignado rechace, lo cierto es que los hechos que la conforman no son revividos como propios por quienes los tienen presentes, por la sencilla razón de que no puede revivirse lo que no se ha vivido. Por este motivo, al lado de la memoria histórica, está otro tipo de memoria, que es la memoria viva: la memoria de hechos y situaciones en las que se ha encontrado -en las que se ha hallado implicado- quien las recuerda pasado el tiempo, la memoria de personas a las que ha conocido y con las que ha convivido quien las revive alegre y dolorosamente una vez desaparecidas.

De lo dicho se desprende que existe una diferencia sustancial entre la memoria histórica y la memoria viva. La memoria histórica es esto: historia, todo lo influyente y condicionante que se quiera, pero historia a fin de cuentas. En cambio, la memoria viva es vida: vida de quien, al recordar, hace revivir al recordado, quien, por eso mismo, vive -prolonga su vida- en la de aquél que le recuerda. Por eso es absolutamente cierto que existen dos muertes: una primera -física-, que se consuma en el trance mismo del fallecimiento, y otra segunda -espiritual- que tiene lugar cuando se extingue la memoria viva del difunto, por la desaparición de aquellos que le conocieron, que con el hicieron y compartieron proyectos, que supieron de sus virtudes y defectos, de sus logros y frustraciones, que con el -en suma- convivieron.

Por eso, muchos años después de su tan prematura muerte, el recuerdo de Joaquín de Prada acompaña a cuantos le conocieron; y por eso, este recuerdo lo hace revivir a él al hacerse memoria viva. En mi caso, esta memoria viva va mucho más allá de los lances compartidos en el seno de la junta directiva del Colegio Notarial de Barcelona, en la que coincidimos, por mucho que sean imborrables los recuerdos de su rectitud moral, de su pericia técnica, de su rigor conceptual, de su aquilatada prudencia y de su innegable coraje. Se percibía claramente en su forma de afrontar los debates y en su manera de resolverlos, una personalidad notable, resultado de una inteligencia superior y trabajada, una formación amplia y profunda y una voluntad firme y constante. Mi memoria de Joaquín adquiere su auténtica dimensión y profundidad al incidir en mi amistad con él, una amistad con la que yo me sentí honrado, por considerarla como aquélla que te brinda alguien mayor que tú no sólo en edad, sino también en talento, formación y experiencia.

Esta fue la faceta de nuestra relación que me permitió intuir primero y constatar después que, más allá del notario ejemplar pero adusto, se escondía una personalidad extremadamente compleja, con inquietudes, preocupaciones y vocaciones muy distintas de las que parecen dar a entender el oficio de notario en el que cristalizó su vida. Afición por las ciencias, vocación artística, talante progresista, indomable espíritu de justicia y un anticonvencionalismo radical fueron facetas de una personalidad que permaneció escondida para la mayoría, pero que resultaba diáfana para quienes llegaron a conocerle un poco. Podría decirse, para resumir, que se anticipó a su tiempo, por lo que a actitudes y formas de vida se refiere. Su misma casa -moderna y funcional-, por poner un ejemplo, no tenía nada que ver con la casa de sus colegas que habían alcanzado una realización profesional parecida por la misma época, es decir, no parecía el decorado exigido por una representación de alta comedia.

Esta es mi memoria viva de Joaquín de Prada, al que sigo teniendo presente tantas y tantas veces, al preguntarme, en determinadas circunstancias, que es lo que habría pensado, lo que habría dicho o lo que habría hecho. Porque estoy seguro de que, de no haber muerto, algunas cosas no hubieran sucedido de la misma manera en nuestro pequeño mundo, más allá de su estricto ámbito familiar. Hubiese influido, por ejemplo, en la deriva de la organización corporativa de nuestro oficio y, en concreto, de nuestro colegio. Por eso muchos lo hemos echado de menos, que es la forma más aguda de que siga estando entre nosotros. Quienes con el convivimos perdimos mucho con su muerte. Y ésta sensación de pérdida es la que aún le hace estar vivo en nuestro recuerdo de una manera persistente e imborrable. Su segunda muerte será con la nuestra. Doy testimonio de ello.

Juan-José LÓPEZ BURNIOL.

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Mi vida ha cambiado al igual que mi salud, pero no solo las personas cambian, el tiempo, la temperatura, también. Ahora, en este momento y en este invierno no hace mucho frío, yo diría que casi nada, pero sin embargo llueve y los cristales están llenos de gotas que yo con mi fantasía veo de unos colores preciosos, lilas, amarillos, anaranjados y además brillan como estrellas relucientes en el cielo.

Mi inspiración no es muy rica, pero si lo suficiente para saber lo que es precioso y poder valorarlo, por eso sé que esta entrada de mi Blog va a ser tan bonita como esas gotas de lluvia que resbalan por mi ventana. Está dedicada a dos hombres geniales, al primero, JOAQUÍN DE PRADA GONZÁLEZ además de ser inteligente, bondadoso y estupendo yo lo amaba locamente y sus caricias y sus cartas me llenaban de felicidad. Del segundo, JULIO CORTÁZAR, amo su obra tan original, de persona que no dice cualquier cosa.

Comparto con vosotros unos textos que me gustan mucho de Julio Cortázar, uno es el cápitulo 7 de la novela “Rayuela”, y el otro es el cuento “La Casa Tomada”. Por otro lado, comparto también con vosotros una carta que me escribió mi querido JOAQUÍN desde Salamanca.

RAYUELA (publicada en 1963)
Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

(texto extraido de Literaberinto:

http://www.literaberinto.com/cortazar/rayuela7.htm)

Esta es la carta de JOAQUÍN que quiero compartir con vosotros:

Salamanca 1 enero 1957

Mi queridísima Loli: empezar un nuevo año es una cosa estupenda sobre todo pensando que es un año que empiezo queriéndote con locura. Un año que es tuyo y que no voy a hacer otra cosa que quererte. El año 1956 no nos podemos quejar. Hemos estado mucho tiempo juntos en él nos hemos conocido y nos hemos querido.

¿Qué más se puede pedir? Yo al menos lo considero un año completamente feliz. Y este que hoy empezamos tenemos que hacer los dos que sea tan feliz como el anterior ¿verdad?

Yo te quiero mucho Loli. No puedes hacerte la más pequeña idea de todo lo que te quiero. Cualquier cosa, pequeña o grande, me hace acordarme de ti. Pienso enseguida en ti y en lo feliz que sería si te tuviera conmigo. Compartir todo contigo es mi mayor ilusión. Más aún mi única ilusión en esta vida. Cuando todo sea nuestro, de los dos y todo lo vivamos juntos, comenzare a ser feliz. Y ahora lo soy un poquito porque tú existes y sé que me quieres y que tu ilusión mayor es también el estar conmigo.

Claro que mi mayor alegría de estos días es pensar que dentro de muy poco estaré contigo. No puedo pensarlo pues si me pongo a pensarlo inmediatamente me entra una morriña enorme de que ese momento aún no haya llegado y me pongo impaciente y me parece una eternidad lo que me falta aún para que coja el tren para irme hacia ti.

Prefiero estos días hacer un esfuerzo y no pensar en ello. Pero es tanto lo que te quiero y tan grandes las ganas que tengo de verte que a pesar de todo no puedo dejar de estar impaciente y desear ardientemente que llegue el día tres y más aún que llegue el momento de verte. Es tan maravilloso que no puedo figurarmelo. Sé que mi alegría será inmensamente (grande) y que en ese momento te querré como nunca. Pero de verdad que no sé lo que haré, ni qué te diré ¡te quiero mucho!

Mi vida en estos días muy atareada. Ya te conté que estuve ayer todo el día trabajando. Hoy me despediré. Mejor dicho estoy aún de despedidas. Mañana intentaré estudiar y el jueves emprenderé el viaje.

Tengo ya el billete para el TAF del día cuatro. Mañana sacaré el billete para el coche de línea a Madrid. El jueves a las 2:30 sale. Ya sabes que a esa hora estaré de viaje. Camino de ti. En marcha para estar contigo. Es decir camino de ser feliz unos días, lo que quiere decir que en el viaje seré ya un poco feliz.

Tú cuídate estos días y se buena chica y prepárate para no separarte en estos días de mi lado. Ya lo sabes que no lo consentiré por ninguna razón ¿entendido?

Tía Lolichi, te quiero mucho. Infinitamente, lo sabes bien. Y estos poquitos días que faltan te querré mucho y me acordaré muchísimo de ti. Falta ya tan poco para verte.

Esta es mi última carta y la última que te escribo que te quiero. La próxima de palabra y verás como te gusta.

Un millón de besos y mis mejores caricias siempre tuyo

Joaquín

Y aquí sigue el cuento “La casa tomada” de Julio Cortázar:

LA CASA TOMADA (publicada en 1951)

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en vos más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

(extraido de la biblioteca digital Ciudad Seva:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/casatoma.htm)
Julio Cortázar (1914-1984)

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YO, ERA LA ANTÍTESIS
DE LA FAMILIA DE PRADA GONZÁLEZ

YO, ERA UN AIRE FRESCO
PARA LA FAMILIA DE PRADA GONZÁLEZ

YO, ERA LA CHICA QUE ENAMORÓ
AL MEJOR HOMBRE DE LA FAMILIA DE PRADA GONZÁLEZ

YO, SOY LA MUJER QUE HACE 20 AÑOS
PERDIÓ A JOAQUIN DE PRADA GONZÁLEZ

YO, SOY LOLI DE PRADA

Carta que me escribe desde Salamanca mi novio Joaquín de Prada el 4 de noviembre de 1956

Loli y Joaquín de la mano en Cartagena

Carta que le escribí a Joaquín de Prada, mi novio el 6 de noviembre de 1956

Foto que le hizo Joaquín a Loli.

Esta es una foto que me hizo Joaquín en la playa de Gavá, mientras nuestros tres hijos jugaban en la arena...

Loli en bañador el año 1959

Foto hecha por mi novio Joaquín de Prada el año que nos conocimos

OBSESIÓN  

Por alto que esté el cielo en el mundo,
por hondo que sea el mar profundo,
no habrá una barrera en el mundo
que mi amor profundo no rompa por ti.  

Amor es el pan de la vida,
amor es la Copa Divina,
amor es un algo sin nombre
que obsesiona al hombre por una mujer.  

Yo estoy obsesionado contigo
y el mundo es testigo de mi frenesí.
Por más que se oponga el destino
serás para mí… ¡Serás para mí!  

Amor es el pan de la vida,
amor es la Copa Divina,
amor es un algo sin nombre
que obsesiona al hombre por una mujer.  

Por alto que esté el cielo en el mundo,
por hondo que sea el mar profundo,
no habrá una barrera en el mundo
que mi amor profundo no rompa por ti.  

Amor es el pan de la vida,
amor es la Copa Divina,
amor es un algo sin nombre
que obsesiona al hombre por una mujer.  

Yo estoy obsesionado contigo
y el mundo es testigo de mi frenesí.
Por más que se oponga el destino
serás para mí… ¡Serás para mí!  

Amor es el pan de la vida,
amor es la Copa Divina,
amor es un algo sin nombre
que obsesiona al hombre por una mujer.  

¡Amor es un algo sin nombre
que obsesiona al hombre por una mujer!  

autor: Pedro Flores Córdoba  

Maravillosos tulipanes en Holanda

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He actualizado el apartado “Acerca de nosotros” (que está en la cabecera del blog), y este es el nuevo contenido que espero que disfrutéis!

Si bien Loli de Prada nació un martes y trece de febrero en 1934 en un pueblecito residencial a dos kilómetros de Cartagena llamado Los Molinos, ella considera que su vida empezó de verdad aquel 1 de abril de 1956 en que conoció al amor de su vida, Joaquín de Prada González.

De su vida antes de esa fecha, comentar que estudió en las monjas de San Miguel en Cartagena, donde hizo el bachillerato.

Aficionada de niña a escribir cuentos y pequeñas historias (que lamentablemente no se conservan) compartió con Joaquín, ávido lector y crítico de cine, su amor por la lectura y en particular por la poesía, siendo sus preferidos Neruda, López Pacheco, César Vallejo, Juan Rulfo, Kafka y un gran etcétera.

Boda de Joaquín y Loli - entrega de las arras.

Boda de Joaquín y Loli 1959 - entrega de las arras

Tras cuatro agridulces años de noviazgo, protagonizado por largas separaciones forzadas por el entorno familiar de él, finalmente se casaron el 6 de noviembre de 1959 (al poco de aprobar las oposiciones a notario) y así empezaron su vida en común, una vida maravillosa y feliz que duraría hasta el día 12 de Junio de 1991 en que una enfermedad terrible los separó y se llevó a Joaquín en la plenitud de su vida.

Foto de Loli y Joaquín

Loli y Joaquín queriéndose

Joaquín y Loli de Prada llegaron a L’Hospitalet de Llobregat el día 28 de octubre de 1968 junto con sus tres hijos, traídos aquí por unas oposiciones entre notarios, y una vez en L’Hospitalet ya no se volvieron a marchar. Él fue un notario muy respetado y querido en esta ciudad, y todavía recordado por muchos. A su muerte, ocupaba Joaquín de Prada el cargo de Vicedecano del Colegio Notarial de Cataluña.

Mientras las mujeres de los notarios que habían estado antes en L’Hospitalet de Llobregat nunca habían hecho vida en la ciudad, Loli de Prada, no solo tenía su residencia en L’Hospitalet sino que también echó raíces y se integró en la comunidad, haciendo amistades, gestiones y compras allí mismo.

Tras el fallecimiento de Joaquín entra Loli de Prada en un profundo letargo del que despierta en el año 2004 cuando decide retroceder en el tiempo y ordena todo el inmenso material epistolar que posee y escribe el precioso libro “Joaquín y Loli: un encuentro de cine” con la editorial Amarú de Salamanca.

Loli en la Librería Victor Jara (Amarú Ediciones, Salamanca)

Este libro, lleno de amor y totalmente inocente, un libro dedicado a la memoria de su marido, Joaquín de Prada, fue no obstante mal recibido por la familia de él que decidió interponer una demanda judicial. La finalidad de la demanda era que todos los ejemplares del libro fueran retirados del mercado y destruidos. Afortunadamente, cuando judicialmente se ordenó paralizar las ventas y retirar los libros, la edición estaba ya prácticamente agotada. El tema está todavía en manos de los tribunales.

Ahora Loli de Prada desde su casa de L’Hospitalet de Llobregat sigue trabajando sin cesar, volcada en su blog (www.lolideprada.com) y ocupada en un nuevo proyecto en el que colabora con Luciano G. Egido, conocido escritor y amigo.

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Mi increible hijo Joaquín ha montado un video maravilloso con imagenes de tiempos felices en que Joaquín (padre) todavía estaba con nosotros, todo ello al son de una de mis canciones preferidas, cantada por Antonio Machín: Toda una vida.

Os lo pongo aquí para que lo disfrutéis vosotros también (aunque alguno de vosotros ya lo habrá visto en el blog de mi hijo Joaquín http://joaco.deprada.net/?p=61):

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Quiero decir en esta entrada, escrita por mí en el 19º aniversario del día en que me dejó (aunque os juro que no quería): Joaquín, te sigo queriendo. Sigo locamente enamorada de ti. Tus cientos de preciosas y poéticas cartas son mi vida, y como cada año en este día y en este momento, las tres y doce minutos de la tarde, yo te sigo haciendo un precioso camino de Rosas (este año cultivadas por mí), que es lo que tú te mereces. Siempre tuya. Loli

Aquí sigue una carta preciosa que me escribió Joaquín el 21 de marzo de 1957 y que podéis leer en la versión original de puño y letra de Joaquín o más abajo en la transcripción. Para los más perezosos (y gracias a los esfuerzos de Peter) podéis escucharla leida por mí.

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San Javier 21 Marzo 1957

Mi amor estoy contigo desde que ayer te dejé en la estación. ¿No me notas a tu lado? Yo te hice compañía mientras esperabas. Yo te ayudé a subir al tren. Yo te cuidé durante todo el viaje y te cogía de las manos para que no te hicieses daño al bajar del tren. Nunca he estado más cerca de ti. Es como si estuvieras dormida y yo velara junto a ti tu sueño cuidando que no te destaparas. Con qué amor he estado pensando en ti y qué cariño tan inmenso y delicado pongo siempre que pienso en ti. Pensar en ti es poco en comparación con lo que yo hago. Yo no solo pienso en ti, vivo en ti. Pongo el pensamiento y el deseo y el corazón y todo lo que es vivir. Tenerte junto a mí es la única felicidad posible y cuando no estamos juntos yo lo deseo tan ardientemente que es como si lo estuviéramos.

Mi vida te quiero mucho ¿lo sabías? ¿No notas a veces como algo repentino que sin saber cómo te ilumina completamente? Soy yo, es mi amor que incontenible, salta los 30 kms que nos separan y te da un beso de luz. Mi amor es creciente Loli. Cada vez me uno más a ti. Ya estoy tan junto a ti que no sé lo que es tuyo y lo que es mío. No sé si hago algo porque ese es tu deseo o en realidad soy yo quien durante años lo he estado deseando aun sin sospecharlo siquiera. Mi amor, cada día que pasa es un día más que nos hemos estado queriendo. ¿No es eso maravilloso? Ese es nuestro tesoro Loli, el amor. Lo tenemos ya y es lo más importante. Es verdad que aún falta tiempo y muchos sacrificios por hacer hasta que juntos para siempre vivamos en toda su plenitud este amor. Pero el amor, el mismo amor de entonces, el mismo del día de la boda, lo tenemos ya. Eso es lo importante Loli, créeme. Yo he visto, tu también, crecer este amor, y sé que no ha nacido de la nada, que nos ha costado trabajo (dulce y maravilloso trabajo, es verdad) llegar hasta él. Ningún dinero sería bastante para pagar este amor que yo ahora contemplo con toda seguridad y confianza. Somos ricos, Loli, inmensamente ricos de una riqueza sin igual, pues nuestro amor es nuestro tesoro y es un tesoro inapreciable. Dice el Evangelio “allí donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Loli mi corazón está en ti, pues tú eres mi tesoro.

¿Estás conforme conmigo en todo cuanto te digo? Entonces voy a pedirte un favor. Loli quiero que tú, igual que haré yo, aprecies y valores nuestro amor por encima de cualquier otra cosa. Que sea más nuestro amor que cualquier capricho o cualquier otra cosa que pueda haber. Tienes que prometérmelo y si los dos hacemos eso creo que nuestra felicidad es segura.

Loli te quiero mucho, infinitamente. Yo me acuerdo de las estrellas que había la otra noche cuando íbamos a la Estación. Yo a veces sueño despierto y naturalmente tú eres el centro de todas mi (sic) esperanzas. Yo sueño para los dos noches con tantas estrellas como esa. Los dos estamos sentados juntos y solos (te das cuenta, solo dos palabras: juntos y solos, y ¡cuanta felicidad dentro de ellas!) bajo un cielo como ese. Es igual dónde. O en una pasarela junto al mar o en las montañas sobre la hierba. Yo me tumbaré y trataré de contar las estrellas y en tanto silencio te diré: te quiero y tú te inclinarás sobre mí para ver el cielo en mis ojos. Yo ya sabré cuantas estrellas hay. Habrá sólo una. La que tú me des.

Loli ¿por qué me haces tan feliz? Yo estaba horriblemente vacío y tú me llenaste de cosas maravillosas. ¿Cómo quieres que no te quiera? Aún te quiero poco para lo que debería quererte. A pesar de que te quiero como más no puedo pero tú te mereces que el mundo entero se convirtiera en una hoguera de amor por ti. No te preocupes que lo incendiaré. Quiero que mi amor por ti sea tan inmenso y maravilloso que te vuelva loca y te obsesione de forma que no haya cosa que mires o toques que no te grite mi nombre, que no te llene de mi amor. Yo llegaré a quererte de esa forma. Ya te quiero, sí, pero mi único propósito en esta vida es llenarte de amor, y lo haré, estoy seguro. Un día me cogerás por los hombros y me mirarás sin pestañear a los ojos y dirás: Joaquín acabo de hacer un descubrimiento maravilloso. Estoy loca, completamente loca por ti.

Y yo te contestaré… Bueno, y entonces lo sabrás.

Mi Loli ayer me fui muy triste, tanto como tú te quedaste. Yo sé el sacrificio que fue para ti el dejarme marchar (y el mandármelo que si no no me hubiera ido) y sé que lo hiciste por mí, porque no me riñeran. Yo me di cuenta y te diré que es la vez que más maravillosamente me has dicho que me querías y sin necesidad de una sola palabra. Ya me contarás el domingo tu viaje pues, ahora para no entristecerme sólo me dices que te fue bien. Yo llegué a casa y comí a toda velocidad para a las 3 ½ en punto (mi pensamiento puesto en ti que empezabas el viaje) estudiar. No me dijeron nada. Mi madre estaba un poco seria pero nada más. Ni me preguntaron nada, ni nada me dijeron. A la hora de merendar mi madre me preguntó si te había visto y yo le dije que si y como explicándole la cosa añadí que de vez en cuando veníais las dos a por Petróleo a la Base.

Me preguntó que si tu hermana también y le dije que sí. Con esto cumplí mi palabra. La verdad es que me costó un poco de trabajo pues odio con todas mis fuerzas el mentir. Pero así estamos todos conformes y yo soy de los que cumplen su palabra.

Ya falta poco para el domingo. Iré como siempre en el tren de las 8 menos cuarto. Haz lo que quieras. Si prefieres vamos a misa a tu pueblo o si no bajamos a Cartagena. Tú, como yo, sabes que ventaja tiene cada cosa. Lo que sí te pido es que si vamos a Cartagena lo hagas todo antes de llegar yo y no me tengas que dejar ni un solo momento, pues a mí me da mucha pena y pienso cosas que no debía pensar, lo contrario.

He pensado que tu hermana debía escribir una carta al asistente por si dan el petróleo antes del domingo para que lo saque al tren.

Tu carta de hoy me ha llenado de alegría y me dices todo lo que yo quiero oírte. Eres maravillosa.

Si te acuerdas podrías comprar el carrete y nos hacíamos fotografías el domingo.

Dale recuerdos a Adela y a Josemari.

Para ti, mi amorcico, todo un montón de cariño y mimo y la mejor ternura y las caricias más maravillosas de tu dueño y único propietario.

Siempre tuyo

Joaquín

Por supuesto que cuando estas cartas fueron escritas (hay muchísimas de esta época, como de todas las épocas) la madre de Joaquín y yo todavía no nos conocíamos. Aún faltaba más de un mes para ese encuentro y como digo en mi libro “Joaquín y Loli. Un encuentro de cine” a partir de ese mismo día la vida de su madre y por supuesto la de Joaquín y la mía cambiaron, ya que ella me quiso mucho a mí y yo a ella, y las dos queríamos mucho a Joaquín. Prueba de ello son las cartas que publico en mi blog, en la entrada 64 (haz click aquí para verla), donde su madre me manda a mí las cartas que escribía a su hijo (mi novio) para que yo se las mandase a el.

Os preguntaréis qué quiere decir Joaquín cuando habla de mentir. Pues llevávamos dos domingos que no habíamos podido vernos porque su familia no le había dejado salir, así que en esta ocasión Joaquín dijo que iba a dar un paseo y que estaría estudiando de nuevo a las tres y media (cosa que hizo), y durante ese “paseo” nos vimos. A él le supo muy mal tener que hacer eso pero no podía seguir sin verme. En cualquier caso, y como había prometido, se puso a estudiar a las tres y media.

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