Archivo de la Categoría “Recordando a Joaquín de Prada González”
Nuestro primer encuentro con Jordi Casugas debió ser a finales de los años sesenta, cuando nos vinimos a vivir a Hospitalet dónde Joaquín había ganado plaza, en unas duras oposiciones entre notarios, tras mucho estudiar y difíciles separaciones.
Aunque vivíamos en Hospitalet, ibamos mucho a Barcelona y pronto habíamos ya encontrado nuestras tiendas favoritas, las mejores tiendas de Barcelona. Entre ellas se encontraba la joyería DANA, que estaba ubicada en la esquina de Paseo de Gracia con Aragón. DANA era una pequeña “joya”, con un pequeño escaparate pero mucha tienda dentro (dos plantas), y la persona encargada de su estupendo funcionamiento era el “Sr. Casugas”. Los propietarios de la tienda eran los señores Riera, con los que también hemos siempre tenido una estupenda relación.
Recuerdo que la primera vez que fuimos a la tienda, al salir, le dije a Joaquín “el Sr. Casugas es un hombre increiblemente apuesto”, a lo cual Joaquín riendose me contestó “no sabría decirte, yo no me fijo en los hombres” (dicho eso tampoco se fijaba en las mujeres, solo en mí). El caso es que siempre tuvimos una muy buena relación y sabía nuestros gustos. A Joaquín le gustaba comprarme allí pequeñas y preciosas joyas, la mayoría de ellas realizadas por el increible joyero Octavi Sarda, un genio del diseño, aunque también comprábamos cosas para casa, por ejemplo para el apartamento de la playa compramos unos esmaltes enmarcados preciosos, realizados por Montserrat Mainar, que todavía allí cuelgan.
Es muy de agradecer que con el paso de los años, tras el cierre de Dana, en que Jordi Casugas pasó a llevar Riera y después tras su jubilación, hemos mantenido esta entrañable amistad.
Aquí podéis un “selfie” de Jordi Casugas junto a mi hijo Joaquín:
Y sin más preámbulos os dejo leer este texto que con tanto cariño ha escrito Jordi Casugas para Joaquín y para mí:
“Hace ya algunos años tengo por costumbre guardar en una cajita los recordatorios fúnebres de las personas que a lo largo de la vida han dejado en mí un recuerdo y un sentimiento imborrable.
Empezando por mis añorados padres, familiares, amigos y conocidos, los cuales han dejado en mi su huella.
Cuando guardo en la cajita un nuevo recordatorio, repaso una vez más todos los que hay, y, tengo para todos ellos un pensamiento y oración para su persona, con el deseo de la paz para su alma.
Joaquín, me doy cuenta al remirarlo que está cerca el 25 aniversario desde que nos dejaste, parece que fuera ayer, hace ya un cuarto de siglo. Dios mío tempus fugit.
Releo de tu recordatorio las palabras de Cesar Vallejo.
Quisiera hoy ser feliz de buena gana
Ser feliz y portarme frondoso de preguntas….
Los que aquí estamos amigo, te seguimos recordando y te preguntaríamos tantas y tantas cosas que pensamos eres feliz allí donde estés. Aquí los tuyos te siguen añorando te echan en falta, te siguen queriendo.
Joaquín, soy un amigo más de los muchos que dejaste, el tiempo no borra este recuerdo.
Un día todos nos reencontramos, te llenaremos de preguntas y tú, frondoso, serás feliz.
Hasta entonces sigue en la paz de Dios.
Jordi Casugas.”
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Creo que hay dos cosas que nadie me puede discutir.
La primera es que mi hija Cristina es guapísima, y siempre, pero siempre, le han gustado los sombreros.
La segunda es que Rambla de Cataluña es mi calle favorita de Barcelona, que digo de Barcelona, del mundo.
Por eso me gusta tanto la Passejada amb Barret que organiza Cristina con su amiga Nina cada año. Yo quiero pensar que ahora que yo no puedo pasear con ella por esta calle, la estoy compartiendo (a Cristina) con todos vosotros.
Y eso me hace muy feliz.
Este año, superando, como cada año los niveles del año anterior de asistencia, han paseado casi 1500 personas por Rambla Cataluña con Cristina.
Finalmente, quiero compartir estas fotos en que estoy con Cristina, paseando por Rambla Cataluña, en algunas de las Passejadas.Al principio éramos cuatro gatos, pero para mí eran perfectas: paseaba con Cristina de Prada (y con sombrero, claro) por Rambla Cataluña.
¡Yo quiero pasear contigo Cristina por Rambla Cataluña! ¡ESPÉRAME!
Por cierto, para ver las fotos que ha hecho mi hijo Joaquín de la Passejada de este año seguid este enlace.
También quiero acordarme de mi Joaquín de Prada, notario y vicedecano del Colegio de Cataluña, porque él habría disfrutado tanto paseando con Cristina y conmigo.
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A Joaquín le encantaba Londres, y, la verdad, a mi también.
Por eso me gusta recordar los viajes que hacíamos con Antonio y María Amparo Ventura.
Cuando viajábamos juntos nos lo pasábamos muy bien.
Ibamos al Hotel Sheraton en Belgravia, que estaba muy muy cerca de Harvey Nichols y de Harrods.
Recuerdo que Antonio Ventura se compró el sobrero que sale en las fotos. Como siempre nos desplazábamos en metro, un día el aire del tren se llevó el sobrero de Antonio volando y lo tiró a las vías.
Al día siguiente, al levantarme, me fuí, yo solita a Harrods y le compre otro a Antonio.
Londres en Navidad esta muy bonito.
Es verdad que Joaquín estaba ya muy malito, y, se le ve triste en las fotos, pero yo nunca pensé que llegara el momento.
Pero llegó…
Muchos años después, en 2006, mi última fotografía con Antonio.
Recuerdo que cuando Joaquín llegó a la Junta Directiva del Colegio de Cataluña (fue Vicedecano) lo primero que hizo fue dar el carpetazo a un asunto de Antonio, que injustamente estaba pendiente: Antonio y Joaquín se querían mucho.
Ahora sólo quedo yo.
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Del hecho que Joaquín y yo teníamos una relación muy especial desde el 2 de mayo de 1956 creo que nadie puede tener ninguna duda. Ni siquiera los meapilas.
Que Joaquín de Prada Gonzalez fue notario de Hospitalet de Llobregat, vicedecano del Colegio Notarial de Cataluña, padre, marido, critico de Cine, abogado y tantas tantas cosas más creo que ya lo he contado muchas veces. Que antes de casarme yo era muy, pero que muy pobre, pero a pesar de ello que ahorré para comprarle a Joaquín la insignia notarial (y eso me hizo muy feliz), ya no estoy tan seguro de haberoslo contado. De hecho os diré que nos casamos con pesetas pero Joaquín me prometio que cuando ganaramos algo de dinero nos comprariamos las arras. Y así lo hicimos.
Pero… ¿Y mis hijos? Algunos se ha permitido poner en su boca palabras o en su alma intenciones tan lejos de la realidad.
Mis hijos ADORABAN a su padre, lo querían con toda su alma, y, estaban con él aquella aciaga tarde del 12 de Junio de 1991.
Y ellos también me quieren, con locura, me apoyan en todo, me cuidan todos los días, porque NOSOTROS NOS QUERIAMOS Y NOS QUEREMOS MUCHO.
Ahora os dejo algunos de mis cactus preferidos:
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Vaya por delante: Joaquín es mío. Dicen que no puedo poner fotos de padres, hermanos y abuelos. Pues vale. Pero Joaquín es mío. Y de mis hijos claro, que por cierto piensan que no tienen ninguna limitación con sus abuelos… hasta ahí podía llegar el “pudor de los Prada”.
Pero volviendo a Joaquín, muchas veces me pregunto ¿dónde está Joaquín?
Si me he de fiar de la “Apostólica y Romana” que he sufrido gran parte de mi vida está claro que está en el cielo. Esperando la “resurrección de la carne” (que es la parte que más me gusta de la susodicha religión). Con todo mi respeto ¿La resurrección de la carne? Seamos serios… (No tengo nada claro que otros tengan ganas de encontrarse con Joaquín y que les diga lo que realmente pensaría “si levantara la cabeza”…)
Pero entonces ¿qué nos queda? TODO lo que realmente nos queda y es mucho. Precisamente lo que nos quieren robar, su recuerdo, sus imágenes, pensar en él a todas horas, hablar de él. Eso es lo que perdura y la carne, con todo mi respeto, en el supermercado.
Porque yo digo, cuando una persona fallece ¿quien tiene derecho a “administrar” su imagen? Para mí está claro que el conyuge y los descendientes, siempre dentro de unos límites de respeto (límites, que por cierto, nunca he cruzado).
Por eso, digo y digo y digo, JOAQUÍN: TE QUIERO MUCHO.
Estas fotos de Joaquín con chaqué me gustán mucho. Sólo yo se porque. Estaban “perdidas” hasta que mi hijo Joaquín ha encontrado los negativos.
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He compartido con vosotros muchas fotografías de Joaquín, pero hoy quiero compartir algo muy especial que tengo.
Son retratos y caricaturas de Joaquín hechas por distintas personas a lo largo de su vida.
La primera, que muestra a un Joaquín sonriente, está hecha por Jose María Gutierrez “Valdesaz” con motivo de las famosas conversaciones cinematográficas de Salamanca, de las que Joaquín fue uno de los firmantes e impulsor.
Esta segunda, hecha también por Valdesaz en 1958, muestra un poco al Joaquín que yo conocí “en blanco y negro”, apesadumbrado, serio. A mi me gusta mucho esta.
Durante un viaje a Roma en la semana santa de 1975, un dibujante, caricaturista callejero le pintó una simpática caricatura, las cuatro imágenes siguientes recogen el proceso que se hace bajo la atenta mirada de Cristina y mía.
El resultado como podeís ver es muy bueno. Finalmente os adjunto esta imagen que hizo mi hijo Joaquín de su padre, alrededor de 1973 (con 13 años) y que Joaquín padre ha adjuntado a un album de foto y por eso ha llegado a nuestros días.
En resumen, creo que los dibujantes han captado la esencia de mi Joaquín. Por cierto, el abuelo de Joaquín tiene una caricaturas hechas por Cilla muy buenas que compartiré con vosotros otro día.
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Londres era la ciudad preferida de Joaquín. Con diferencia.
Siempre que podía se escapaba, conmigo, con mis hijos. Le encantaba.
Ir al Museo Britanico (pero “no para verlo todo”) pasear por Tottenham Court Road viendo las ultimas novedades de electrónica, para comprarse una radio o cualquier “juguete” o gadget de los que tanto le gustaban.
Pasear por Hide Park con él era especial, en aquellas mañanas de verano.
Recorrer Kings Road (“hasta la estación de bomberos”)…
En fin Joaquín para mi siempre estará en Londres.
Por cierto, a mi, Loli de Prada también me gusta Londres.
Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido. Algunos lo llaman utopía, pero la utopía es más seductora. No tiene puertas cerradas como lo imposible. No nos desprecia como lo prohibido. Lo prohibido es casi siempre un desafío que nos derrota.
-Mario Benedetti
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Este texto lo ha escrito mi hija Cristina…
Hay relaciones en las que, cuando las cosas se ponen difíciles se desmoronan.
Pero hay relaciones en las que el amor sigue creciendo inconmensurable aun cuando las cosas se ponen difíciles. Este es el caso de mis padres. Hicimos todo lo que pudimos por evitar el desenlace fatal de la enfermedad de papá, Joaquín, pero el cáncer avanzó sin compasión y sin consideración alguna. También hicimos lo que pudimos por que se sintiera cómodo dentro del dolor y más querido que nunca..
Cuando murió era el mes de junio, y hacía calor. Yo le abanicaba a veces, pero solo estaba tranquilo cuando era Loli, mamá, quien le abanicaba, no se si por que lo hacía mejor (sin duda) o porque era ella (creo que sobre todo esto último).
- A mamá le gustaba hacernos jerséis, y a papá le encantaba cuando se los hacía… éste jersey no obstante lo pudo llevar muy poquito tiempo.
Papá murió, y el núcleo de la familia seguimos más unidos que nunca. Pero extrañamente los hermanos de mi padre, no solo no nos apoyaron, si no que nos hicieron daño a propósito. Todo porque nos negamos a que Joaquín, papá, quedara en el olvido. Con el ánimo de homenajearlo y recordarlo, y con el empeño de mamá (siempre con nuestro apoyo) nació un bonito libro, que por la razón que fuera se les atravesó a los “parientes”.
Seguimos sin olvidar. El libro fue retirado del mercado por orden judicial (a petición de mis tíos) pero nosotros publicamos otro, sin las fotos que les sirvieron de excusa para demandarnos, pero que cuenta al mundo la maravillosa persona que fue Joaquín.
Cristina de Prada
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Y eso, que fuimos al mejor hotel de Mallorca, menos mal que el aire acondicionado funcionaba, pues aparte del calor al lado teníamos una sala de fiesta llamada Titus, así que teníamos doble motivo para cerrar la ventana a cal y canto: el calor y el ruido. Será por aquello de que allí la alegría de noche y de día nunca tiene fin.
El hotel era muy bonito se llamaba Victoria y tenía flamencos y otros animales, pero lo peor fue que nada más llegar vimos un cartel que ponía “the Spanish Pepito”, y como diría mi hijo “no hay más preguntas señoría”: Estaba lleno de ingleses. Pero nosotros no pagábamos cuatro duros como ellos, nosotros pagábamos un precio muy caro por estar en ese hotel lo que quiere decir que teníamos que comer en el bar de la piscina gazpacho de bote y Spanish Pepito. Sí, intentamos hacer algo de turismo, salimos, vimos la catedral (preciosa), vimos el castillo y todo lo que había que ver, pero es la primera vez en mi historia que nos volvimos antes del tiempo que teníamos previsto.
Cuando se lo contamos a Juan José López Burniol, nos dijo ¡hombre podías habernos avisado pues mi mujer es de Mallorca! Pero ya era demasiado tarde y no me entendáis mal, Mallorca debe ser preciosa (lo es) y tener unas playas muy bonitas (las tiene) y se debe comer muy bien, pero desgraciadamente yo eso no lo vi o al menos no lo supe encontrar en aquel verano de 1974.
Por cierto, lo de la familia Telerín lo pongo sencillamente porque a mí me gusta pero quiero que quede claro que no tiene nada que ver ni con Pérez ni con Mallorca.
Me acuerdo que aquel verano dimitió Nixon y me recuerdo a mí misma sentada en la piscina leyendo la noticia. Mi hijo Joaquín estaba estudiando inglés en Irlanda.
Como nosotros somos muy serios y legales, os diré que “Me lo dijo Pérez” lo cantaban los Tres sudaméricanos, y que la familia Telerín debe ser copyright de los Estudios Moro o de Televisión Española. Ah, y las cebollas son de la Boquería.
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En junio del año pasado publiqué en el blog una serie de memorias, escritas de la mano de amigos, en la que compartían impresiones y recuerdos de Joaquín de Prada González, mi querido Joaquín.
El primer escrito que publiqué lo había escrito Juan José López Burniol, gran amigo y también notario.
Os parecerá curioso, pero cada día paso mucho rato releyendo mi blog, y una de las cosas que disfruto volviendo a leer es este escrito maravilloso. Por eso, y porque de algo bueno nunca tiene uno suficiente, os lo vuelvo a poner aquí para que lo disfrutéis:
MEMORIA VIVA
No todas las memorias son iguales. Está, en primer lugar, la memoria histórica, es decir, la memoria individual o colectiva de hechos pretéritos, que no han sido protagonizados ni presenciados por quienes los rememoran. Esta distancia en el tiempo y en el espacio no impide que dichos hechos marquen o puedan marcar la vida y el futuro de quienes los tienen presentes; así -por ejemplo- la Guerra Civil española marcó el destino de quienes nacieron después de que hubiese terminado pero estuvieron sujetos a las consecuencias de su desenlace. No obstante, pese a la influencia determinante de este tipo de memoria, y pese incluso a que pueda concitar sentimientos de alto voltaje, tanto de cordial y entusiasta adhesión como de frontal e indignado rechace, lo cierto es que los hechos que la conforman no son revividos como propios por quienes los tienen presentes, por la sencilla razón de que no puede revivirse lo que no se ha vivido. Por este motivo, al lado de la memoria histórica, está otro tipo de memoria, que es la memoria viva: la memoria de hechos y situaciones en las que se ha encontrado -en las que se ha hallado implicado- quien las recuerda pasado el tiempo, la memoria de personas a las que ha conocido y con las que ha convivido quien las revive alegre y dolorosamente una vez desaparecidas.
De lo dicho se desprende que existe una diferencia sustancial entre la memoria histórica y la memoria viva. La memoria histórica es esto: historia, todo lo influyente y condicionante que se quiera, pero historia a fin de cuentas. En cambio, la memoria viva es vida: vida de quien, al recordar, hace revivir al recordado, quien, por eso mismo, vive -prolonga su vida- en la de aquél que le recuerda. Por eso es absolutamente cierto que existen dos muertes: una primera -física-, que se consuma en el trance mismo del fallecimiento, y otra segunda -espiritual- que tiene lugar cuando se extingue la memoria viva del difunto, por la desaparición de aquellos que le conocieron, que con el hicieron y compartieron proyectos, que supieron de sus virtudes y defectos, de sus logros y frustraciones, que con el -en suma- convivieron.
Por eso, muchos años después de su tan prematura muerte, el recuerdo de Joaquín de Prada acompaña a cuantos le conocieron; y por eso, este recuerdo lo hace revivir a él al hacerse memoria viva. En mi caso, esta memoria viva va mucho más allá de los lances compartidos en el seno de la junta directiva del Colegio Notarial de Barcelona, en la que coincidimos, por mucho que sean imborrables los recuerdos de su rectitud moral, de su pericia técnica, de su rigor conceptual, de su aquilatada prudencia y de su innegable coraje. Se percibía claramente en su forma de afrontar los debates y en su manera de resolverlos, una personalidad notable, resultado de una inteligencia superior y trabajada, una formación amplia y profunda y una voluntad firme y constante. Mi memoria de Joaquín adquiere su auténtica dimensión y profundidad al incidir en mi amistad con él, una amistad con la que yo me sentí honrado, por considerarla como aquélla que te brinda alguien mayor que tú no sólo en edad, sino también en talento, formación y experiencia.
Esta fue la faceta de nuestra relación que me permitió intuir primero y constatar después que, más allá del notario ejemplar pero adusto, se escondía una personalidad extremadamente compleja, con inquietudes, preocupaciones y vocaciones muy distintas de las que parecen dar a entender el oficio de notario en el que cristalizó su vida. Afición por las ciencias, vocación artística, talante progresista, indomable espíritu de justicia y un anticonvencionalismo radical fueron facetas de una personalidad que permaneció escondida para la mayoría, pero que resultaba diáfana para quienes llegaron a conocerle un poco. Podría decirse, para resumir, que se anticipó a su tiempo, por lo que a actitudes y formas de vida se refiere. Su misma casa -moderna y funcional-, por poner un ejemplo, no tenía nada que ver con la casa de sus colegas que habían alcanzado una realización profesional parecida por la misma época, es decir, no parecía el decorado exigido por una representación de alta comedia.
Esta es mi memoria viva de Joaquín de Prada, al que sigo teniendo presente tantas y tantas veces, al preguntarme, en determinadas circunstancias, que es lo que habría pensado, lo que habría dicho o lo que habría hecho. Porque estoy seguro de que, de no haber muerto, algunas cosas no hubieran sucedido de la misma manera en nuestro pequeño mundo, más allá de su estricto ámbito familiar. Hubiese influido, por ejemplo, en la deriva de la organización corporativa de nuestro oficio y, en concreto, de nuestro colegio. Por eso muchos lo hemos echado de menos, que es la forma más aguda de que siga estando entre nosotros. Quienes con el convivimos perdimos mucho con su muerte. Y ésta sensación de pérdida es la que aún le hace estar vivo en nuestro recuerdo de una manera persistente e imborrable. Su segunda muerte será con la nuestra. Doy testimonio de ello.
Juan-José LÓPEZ BURNIOL.
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