El próximo 12 de junio habrán pasado 21 años desde que murió Joaquín de Prada González, mi Joaquín, y sigue siendo recordado por muchos, que lo quisieron y disfrutaron de su amistad. Muchos amigos me han mandado escritos para que los publique en el blog en esta fecha tan señalada, y como todos los escritos son pequeñas joyas, yo voy a ir publicándolos a lo largo de la semana y no todos de golpe, para que así cada uno se aprecie más.

Para empezar y abrir boca, el escrito de uno de esos amigos, el notario Juan José López Burniol, que le rememora en este maravilloso escrito que no me canso de leer y que creo que os gustará mucho. Como es el primer escrito que recibí, es el primer escrito que os pongo…

 

MEMORIA VIVA

 No todas las memorias son iguales. Está, en primer lugar, la memoria histórica, es decir, la memoria individual o colectiva de hechos pretéritos, que no han sido protagonizados ni presenciados por quienes los rememoran. Esta distancia en el tiempo y en el espacio no impide que dichos hechos marquen o puedan marcar la vida y el futuro de quienes los tienen presentes; así -por ejemplo- la Guerra Civil española marcó el destino de quienes nacieron después de que hubiese terminado pero estuvieron sujetos a las consecuencias de su desenlace. No obstante, pese a la influencia determinante de este tipo de memoria, y pese incluso a que pueda concitar sentimientos de alto voltaje, tanto de cordial y entusiasta adhesión como de frontal e indignado rechace, lo cierto es que los hechos que la conforman no son revividos como propios por quienes los tienen presentes, por la sencilla razón de que no puede revivirse lo que no se ha vivido. Por este motivo, al lado de la memoria histórica, está otro tipo de memoria, que es la memoria viva: la memoria de hechos y situaciones en las que se ha encontrado -en las que se ha hallado implicado- quien las recuerda pasado el tiempo, la memoria de personas a las que ha conocido y con las que ha convivido quien las revive alegre y dolorosamente una vez desaparecidas.

De lo dicho se desprende que existe una diferencia sustancial entre la memoria histórica y la memoria viva. La memoria histórica es esto: historia, todo lo influyente y condicionante que se quiera, pero historia a fin de cuentas. En cambio, la memoria viva es vida: vida de quien, al recordar, hace revivir al recordado, quien, por eso mismo, vive -prolonga su vida- en la de aquél que le recuerda. Por eso es absolutamente cierto que existen dos muertes: una primera -física-, que se consuma en el trance mismo del fallecimiento, y otra segunda -espiritual- que tiene lugar cuando se extingue la memoria viva del difunto, por la desaparición de aquellos que le conocieron, que con el hicieron y compartieron proyectos, que supieron de sus virtudes y defectos, de sus logros y frustraciones, que con el -en suma- convivieron.

Por eso, muchos años después de su tan prematura muerte, el recuerdo de Joaquín de Prada acompaña a cuantos le conocieron; y por eso, este recuerdo lo hace revivir a él al hacerse memoria viva. En mi caso, esta memoria viva va mucho más allá de los lances compartidos en el seno de la junta directiva del Colegio Notarial de Barcelona, en la que coincidimos, por mucho que sean imborrables los recuerdos de su rectitud moral, de su pericia técnica, de su rigor conceptual, de su aquilatada prudencia y de su innegable coraje. Se percibía claramente en su forma de afrontar los debates y en su manera de resolverlos, una personalidad notable, resultado de una inteligencia superior y trabajada, una formación amplia y profunda y una voluntad firme y constante. Mi memoria de Joaquín adquiere su auténtica dimensión y profundidad al incidir en mi amistad con él, una amistad con la que yo me sentí honrado, por considerarla como aquélla que te brinda alguien mayor que tú no sólo en edad, sino también en talento, formación y experiencia.

Esta fue la faceta de nuestra relación que me permitió intuir primero y constatar después que, más allá del notario ejemplar pero adusto, se escondía una personalidad extremadamente compleja, con inquietudes, preocupaciones y vocaciones muy distintas de las que parecen dar a entender el oficio de notario en el que cristalizó su vida. Afición por las ciencias, vocación artística, talante progresista, indomable espíritu de justicia y un anticonvencionalismo radical fueron facetas de una personalidad que permaneció escondida para la mayoría, pero que resultaba diáfana para quienes llegaron a conocerle un poco. Podría decirse, para resumir, que se anticipó a su tiempo, por lo que a actitudes y formas de vida se refiere. Su misma casa -moderna y funcional-, por poner un ejemplo, no tenía nada que ver con la casa de sus colegas que habían alcanzado una realización profesional parecida por la misma época, es decir, no parecía el decorado exigido por una representación de alta comedia.

Esta es mi memoria viva de Joaquín de Prada, al que sigo teniendo presente tantas y tantas veces, al preguntarme, en determinadas circunstancias, que es lo que habría pensado, lo que habría dicho o lo que habría hecho. Porque estoy seguro de que, de no haber muerto, algunas cosas no hubieran sucedido de la misma manera en nuestro pequeño mundo, más allá de su estricto ámbito familiar. Hubiese influido, por ejemplo, en la deriva de la organización corporativa de nuestro oficio y, en concreto, de nuestro colegio. Por eso muchos lo hemos echado de menos, que es la forma más aguda de que siga estando entre nosotros. Quienes con el convivimos perdimos mucho con su muerte. Y ésta sensación de pérdida es la que aún le hace estar vivo en nuestro recuerdo de una manera persistente e imborrable. Su segunda muerte será con la nuestra. Doy testimonio de ello.

Juan-José LÓPEZ BURNIOL.

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La librería Victor Jara es una pequeña joya que se encuentra en la Calle Meléndez 21 de Salamanca. Atravesar sus puertas supone estar entre amigos, ser tratado con cariño y encontrar libros maravillosos, como el nuestro ¡como no! Aquí arriba podéis ver el escaparate de la librería, luciendo nuestro libro.

El libro de Joaquín y Loli, que en su última encarnación se llama: CENSURADO. JOAQUÍN Y LOLI UN ENCUENTRO DE CINE. Estuvo a la venta en las mesas que la maravillosa librería Victor Jara puso en la Plaza Mayor de Salamanca con motivo del día del libro, el 23 de abril de 2012.

La persona al cargo de la Librería Victor Jara es mi entrañable amigo y editor del libro Mario Martín Fraile, que tras haber montado el chiringuito del día del libro a primerísima hora, y con una Plaza Mayor desierta, realizó este divertido reportaje, en el que Joaquín y Loli, se pasean, en la portada del libro, por toda la plaza…

Y desayunan en una terraza…

Es tan temprano que son los primeros en llegar, está la terraza desierta…

…y hasta saludan a Miguel de Cervantes.

 

 

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Se me quiso hacer callar, bajo la excusa de unas fotografías de infancia y de familia que “invadían la intimidad” y parecería que han vencido (ahora está en manos del Tribunal Supremo), pero vosotros me conocéis a mí y sabéis que ni yo ni mis hijos nos dejamos intimidar, ni vencer. Es por eso que el libro vuelve a estar a la venta, con un pequeño cambio de título, que ahora incorpora la palabra CENSURADO, que es como nos hemos sentido, censurados.

Queridos lectores de mi blog, espero que vayáis a vuestra librería y compréis el libro (18 euros no os sacarán de pobres), y que lo disfrutéis, pues hay mucho dentro para disfrutar. Las fotos “ofensivas” han desaparecido, por lo que ya no veréis más fotos de infancia de Joaquín que aquellas en las que aparece solo, ni tristemente veréis fotos de los abuelos y bisabuelos paternos de mis hijos. Pero hay novedades interesantes que estoy segura vais a disfrutar.

Muchos me habíais pedido más cartas de Joaquín: ¡HECHO!.

Otros pedíais cartas mías: ¡HECHO!

Algunos queríais más información sobre las Conversaciones cinematográficas de Salamanca y sobre la revista Cinema Universitario: ¡HECHO! En el libro encontraréis la versión definitiva de los hechos, escrita por uno de los protagonistas, el maravilloso y galardonado escritor Salmantino (y gran amigo): Luciano González Egido. La última palabra sobre el tema, los puntos puestos sobre las iés, de gran interés para los amantes de la historia del cine.

Algunos se han preguntado a lo largo de este calvario que me han visto pasar, cual era la posición de mis hijos en este tema (aunque ha quedado bien claro en mi blog y en los suyos!). Su posición, como la mía, ha sido la de víctimas de esta persecución sin sentido que hemos sufrido, pero antes que todo, su posición ha sido la de maravillosos hijos que me dieron todo su apoyo y ayuda para la elaboración del libro “prohibido”  (retirado de las librerías por orden judicial desde hace muchos meses). En esta nueva edición del libro podéis leer tres maravillosas cartas de apoyo que han querido que yo incluya.

También de gran interés, la carta de mi editor y amigo, Mario Martín Fraile, que aquí os transcribo ya que explica desde su punto de vista esta odisea:

En la primavera de 2005 Amarú ediciones recibió una propuesta de edición de un libro cuyo corazón se componía de las cartas de amor que Joaquín de Prada envió a Loli durante los tres años que duró su noviazgo. Joaquín había muerto unos años antes y Loli salía de una grave depresión con un objetivo: ver realizado el libro que proyectaba como homenaje a Joaquín.
El proceso fue largo, no teníamos una idea clara sobre el contenido, ni el hilo conductor del libro, tampoco habíamos pensado si diferentes ilustraciones o fotografías formarían parte del mismo, dado que disponíamos de una importante cantidad de ellas.
Se optó por acompañar el texto con fotografías adecuadas al momento y también al tema, en cada uno de los apartados en que íbamos estructurando el trabajo. No eran fotografías fundamentales o imprescindibles a la hora de la edición del libro, lo único imprescindible eran las cartas y lo siguen siendo. Sin embargo daban un ambiente familiar que era uno de los aspectos buscados en la publicación.
Nadie, ni Loli como autora, ni los colaboradores más cercanos y amigos de Joaquín: Julio Burdiel Hernández, Alfredo Flores Pérez, Luciano González Egido, Ángel Rodríguez Sainz y Manuel Hernández Alcántara… Ni Ubaldo de Casanova y Todolí autor de la introducción; ni yo mismo como editor, con más de 400 publicaciones en mi haber, podíamos imaginar el desenlace de la publicación. “Joaquín y Loli un encuentro de cine” vio la luz a finales de 2006; no habían pasado dos meses cuando nos sorprendió una demanda judicial por parte de los hermanos de Joaquín, contra Loli como autora y contra Amarú Ediciones como corresponsables por la utilización de las fotografías, en las que aparecían ellos sin haber dado su consentimiento. Hay que decir que las fotografías tenían más de sesenta años, es decir, databan de la época de niñez de Joaquín y sus hermanos, también había alguna de los padres de Joaquín. Creíamos, que tanto los padres como los hermanos de Joaquín no solo eran familia de Joaquín sino también suegros y cuñados de Loli y abuelos y tíos de los hijos de Joaquín y de Loli, todo esto al parecer no era motivo suficiente para aparecer conjuntamente con Joaquín en este libro homenaje.

Al final, un desencuentro familiar enquistado frustró la ilusión de Loli, apoyada siempre por sus tres hijos José Manuel, Joaquín y Cristina de Prada. El juez como medida cautelar ordenó inmediatamente la retirada del libro.
Pasaron un par de años, se celebró el juicio, en el cual tanto Loli como Amarú Ediciones, renunciamos a presentar testigos; teníamos claro que no existía nada en el libro que pudiera considerarse peyorativo, vejatorio, denigrante, insultante, o cualquier otro aspecto que justificara la sentencia posterior que fue la retirada definitiva de la obra de las librerías. El juez con la inestimable intervención de la fiscal consideró más importante el derecho a la imagen de los demandantes que el derecho a la libertad de expresión y creación. Hay que decir que los abogados de Loli de Prada y de Amarú Ediciones no encontraron ninguna sentencia similar o parecida, anterior a esta, por lo que muy probablemente de ahora en adelante, cualquier editorial tendrá que plantearse la utilización de fotografías familiares, en libros de tipo conmemorativo, populares, tradicionales, o biográficos…
Cualquiera que haya leído y visto el libro se dará cuenta que el derecho a la imagen es solo una burda disculpa.
Loli se enfrenta a lo que consideramos una injusticia que después de seis años sigue abierta, dado que se ha interpuesto recurso ante el Tribunal Supremo, que esperamos se gane y permita que no se liquiden las posibilidades de editar libros de estas características. Y se enfrenta con un libro idéntico al anterior en su escritura, aunque sin los documentos fotográficos, que tanto molestaron y que dieron lugar a la querella. Es decir el libro es el mismo, y su lectura igual de apetecible, pero las imágenes las tendrá que poner el lector.
Como editor y librero desde hace más de treinta y cinco años desconozco si hay o ha habido casos similares, en los que se trate denodadamente de eliminar una publicación con excepción por supuesto de libros donde es claro el plagio o el trucado de imágenes.
Superados los disgustos y decepciones, aún con algún frente abierto, saludamos hoy este nuevo libro, como recién estrenado, y tanto Loli, como nosotros nos enfrentamos con ilusión a esta aventura de amor y de cine.

Esto es todo por ahora. Estaremos en contacto queridos lectores. Os quiere,

LOLI DE PRADA

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El 31 de diciembre de 1936 murió Miguel de Unamuno. Hace 75 años. No deja de ser sorprendente lo que ha cambiado España en esos 75 años. Hace 75 años España estaba en plena guerra civil (o incivil como la llamó Unamuno) y la luz al final del tunel estaba muy lejos de avistarse.

Miguel de Unamuno era bilbaino pero pasó gran parte de su vida en Salamanca y allí murió. Como sabéis, Joaquín de Prada González, mi Joaquín, también era de Salamanca y tenía tan solo 3 años y cuatro meses cuando Unamuno murió. El abuelo de Joaquín, Manuel González Calzada, era entonces catedrático de la facultad de ciencias de la Universidad de Salamanca, compañero de Unamuno, y en la familia se conocían anécdotas que contaba mamá (Carmen González Pérez, la madre de Joaquín) de cuando su padre coincidía en algún tribunal de éxamenes con Unamuno (gran aficionado a la papirofléxia) y al acabar se traía Manuel para casa las pajaritas de papel que éste había hecho y dejado atrás, ya que a sus hijas les gustaba jugar con ellas.

Tristemente, Manuel González Calzada fue testigo directo y partícipe de uno de los golpes más bajos que recibió Unamuno tras el incidente que ocurrió el Día de la Raza (12 de octubre de 1936) -ver más abajo un recuento del incidente-. Por unanimidad fue destituido de su cargo de Rector Vitalicio, siendo presidente del claustro en aquella ocasión y por circunstancias, Manuel González Calzada.

Algunos de vosotros sabéis, que por orden judicial, no puedo reproducir o publicar fotografías en las que aparezca la imagen de los demandantes y sus ascendientes. Los demandantes son José María de Prada González y Manuel Prada González, “hermanos” de Joaquín. Y pongo hermanos entre comillas pues ni le llegan a la suela del zapato a Joaquín ni se merecen ser llamados hermanos tras lo que le han hecho a él, a nuestros hijos y a mí. Bueno, volviendo al caso, que no se froten las manos pensando en un nuevo pleito pues no soy yo quien ha publicado esta foto que véis abajo si no mi hija Cristina de Prada, y yo me limito a poner un enlace a la misma.

Si no sabéis de que va esta historia, os recomiendo que os paseéis por mi blog y os pongáis al día. Y si queréis un atajo, visitad esta entrada: http://www.lolideprada.com/?p=886 y esta http://www.lolideprada.com/?p=801 y esta http://www.lolideprada.com/?p=16 y esta de mi hija Cristina: kuki.deprada.net/?p=245 y esta de mi hijo Joaquín: joaco.deprada.net/?p=134

En fin, esta imagen es un escaneo del carnet de Catedrático numerario de la facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca del abuelo de Joaquín, Manuel González Calzada. Fechado 24 de mayo de 1935.

My great grand father Manuel González Calzada

Si queréis profundizar en el tema de los últimos meses de Unamuno y el famoso incidente, no hay mejor libro que el escrito por nuestro querido amigo, Luciano G. Egido Agonizar en Salamanca. Unamuno, julio-diciembre 1936 de la Editorial Tusquets.

Leerlo es una gozada. A modo de caramelo os pongo este pequeño fragmento del libro:

“Y fue aquel hombre viejo, de setenta y dos años con su catarro no curado del todo, harto de estar callado, enfurecido por lo que estaba viendo, avergonzado de lo que había dicho y fiel a la contradicción permanente, sin dejar de ser él mismo, de su vida, y dijo no. Como había previsto, se le desató la lengua que evidentemente tenía atada, y dijo no. En medio del ceremonial del nuevo vocabulario, rodeado de los partidarios armados y exaltados del sí, dijo no. Se atrevió a decir lo que hacía semanas que venía pensando, lo que creyó que tenía que decir, una vez más sin medir las consecuencias, fuera de las circunstancias y contra las circunstancias. Como siempre, dijo lo que nadie esperaba, lo que nadie podía suponer que iba a decir; ni siquiera el general Franco, que era el más listo de todos, había podido pensar que el hombre que le sustituía en aquel acto, al que le había dado la confianza de su representación, se atrevería a decir lo que dijo, en el lugar que lo dijo y delante de quien lo dijo. Porque aquel hombre viejo, como un supremo sacerdote, dijo no.”

Aquí sigue un recuento (mucho más escueto que el del libro que os recomiendo) de las circunstancias que llevaron a la destitución de Miguel de Unamuno como Rector Vitalicio y que ciertamente contribuyeron a su muerte (extraido del libro de Jaume Claret Miranda “El atroz desmoche. La destrucción de la Universidad española por el franquismo, 1936-1945)”:

El 6 de octubre, Miguel de Unamuno daba el primer paso hacia el disentimiento público y visitaba personalmente al general Francisco Franco. El rector intentó interceder por sus amigos Atilano Coco y Filiberto Villalobos, expuso la falta de base de muchas de las acusaciones, denunció los excesos y acabó pidiendo que se evitase el bombardeo de Bilbao, pues contaba allí con dos casas. El generalísimo no atendió ninguna de las peticiones y, de toda la entrevista, únicamente recordó sarcásticamente la última solicitud.

La siguiente escena ya nos traslada a la Fiesta de la Raza, cuando, tras la misa solemne en que el vicerrector Madruga Jiménez había sustituido al rector, se celebró un acto académico. La sesión se inició con unas palabras de Miguel de Unamuno, máxima autoridad en representación del general Francisco Franco, con Carmen Polo a su lado. Después tomaron la palabra el catedrático José María Ramos Loscertales, el dominico e historiador Vicente Beltrán de Heredia, el catedrático Francisco Maldonado de Guevara y Andrés y el poeta y presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza, José María Pemán Pemartín.

Los discursos se caracterizaron por su vehemencia, especialmente el del profesor Maldonado de Guevara, quien atacó violentamente al nacionalismo catalán y al vasco, describiéndolos como “cánceres en el cuerpo de la nación”. Tan sólo el fascismo, el “sanador” de España, sabía cómo exterminarlos, “cortando en la carne viva como un cirujano resuelto, libre de falsos sentimentalismos”. La excitación retórica provocó un brusco inciso del general José Millán Astray y sus seguidores con gritos y saludos fascistas.

Tras el incidente, los parlamentos se reanudaron, pero el rector salmantino decidió responder a la provocación y buscó en sus bolsillos un papel donde realizar unas anotaciones. Finalmente encontró el sobre de la carta remitida por la mujer de Atilano Coco, y allí mismo redactó el guión para una intervención final no prevista. Cuando José María Pemán finalizó su perorata, Miguel de Unamuno se ponía en pie.

Aunque no se conservan sus palabras exactas y las versiones varían de uno a otro autor, el sentido último se mantiene en todas ellas. “Dije que no quería hablar, porque me conozco; pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de guerra internacional y en defensa de la civilización cristiana: yo mismo lo he hecho otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia que es crítica diferenciadora, inquisitiva, mas no de inquisición. Se ha hablado también de los catalanes y los vascos, llamándoles la anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda la vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis. Ése sí es imperio, el de la lengua española, y no … “

Las palabras del rector finalizaron bruscamente, pues el manco general Millán Astray se levantó de nuevo y rompió el hilo del discurso golpeando la mesa con su única mano mientras, por dos veces, gritaba: “¿Puedo hablar?”. El militar justificó de nuevo la guerra y, secundado por la mayoría de los presentes, concluyó con el conocido grito de la Legión, “¡Viva la muerte!” y el aún más famoso a partir de entonces, “¡Mueran los intelectuales!”. Algunos autores invierten el orden de las exclamaciones, pero el resultado fue el mismo: Miguel de Unamuno trató en vano de replicarle y tuvo que ser escoltado por la guardia personal de Carmen Polo, quien lo tomó del brazo. En el coche oficial del Cuartel General, el rector salmantino era acompañado hasta su casa. El mismo general Franco comentó posteriormente que “todo fue una réplica del general a la actitud bastante molesta del señor Unamuno, que no se justificaba en un acto patriótico, en un día tan señalado y en la España nacionalista que lucha en el campo de batalla con un feroz enemigo y con grandes dificultades para vencerlo”.

El cierre de filas fue inmediato. Aquella misma tarde, sus compañeros habituales de tertulia en el Casino le dieron la espalda y lo insultaron. Poco después, se dio marcha atrás en su nombramiento como presidente honorario. El día 13, en sesión secreta, el Ayuntamiento solicitaba formalmente al gobernador civil su destitución como concejal. El regidor Rubio Polo lo acusaba de tener una “actitud incongruente, facciosa y antipatriótica”.

Al día siguiente, 14 de octubre de 1936, bajo la presidencia accidental del decano de Ciencias, Manuel González Calzada, y a propuesta del decano de Filosofía y Letras, José María Ramos Loscertales, el Claustro de la Universidad de Salamanca, al retirar por unanimidad la confianza en su actual Rector, considera el cargo como vacante y propone al Alto Mando para el cargo de rector de esta Universidad al catedrático Don Esteban Madruga Jiménez. Los mismos que el 25 de enero de 1935 presentaban, también por unanimidad, la candidatura de Miguel de Unamuno al premio Nobel de Literatura, apoyaban ahora su defenestración. El 18 de octubre era cesado oficialmente.

Tras comprobar cómo por la calle la gente le increpaba y la policía lo vigilaba, el ya ex rector no volvió prácticamente a abandonar su casa de la calle Bordadores. “He decidido no salir ya de casa desde que me he percatado de que al pobrecito policía esclavo que me sigue -a respetable distancia- a todas partes, es para que no escape -no sé a dónde- y así se me retenga en este disfrazado encarcelamiento como rehén no sé de qué, ni por qué ni para qué …”

Los hijos tenían miedo de lo que pudiera suceder, y por ello pidieron a su padre, y casi le impusieron, que se quedara en casa y hablara lo menos posible con la gente, lo que era mucho pedir para su temperamento, y estaba deseando que le visitase cualquier amigo para desahogarse. Pero pocos eran los que se atrevían a frecuentar su casa en aquellos día, más allá de algunos falangistas que intentaban conquistarlo para su causa y con los que mantenía acaloradas discusiones.

El 19 de diciembre la Junta Universitaria, como si nada hubiese ocurrido, daba lectura a una carta remitida por el ya ex rector, donde reiteraba su voluntad de donar su biblioteca particular al centro. Sus antiguos compañeros se limitaban a transmitirle “su más grande agradecimiento” por el donativo.

Finalmente, el día 31, entre las cuatro y media y las cinco de la tarde, en una Salamanca a oscuras en previsión de los ataques aéreos, moría «intoxicado por el brasero» Miguel de Unamuno y Jugo. Al día siguiente, ano nuevo de 1937, se reunían en su velatorio familiares, catedráticos y falangistas. Estos últimos conseguían apropiarse del féretro y enterrarlo con los honores destinados a uno de los suyos. El nieto del ex rector, Miguel, testigo de la escena, salía corriendo mientras gritaba: “Se llevan al abuelo, a tirarlo al río”.

Aquel mismo diciembre, el día 8, había sido fusilado su amigo el pastor protestante Atilano Coco, sin ser sometido a juicio, contra las tapias del cementerio del Marín. En su ficha carcelaria se recogía como destino: “Libertad”.

 

 

 

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Mi vida ha cambiado al igual que mi salud, pero no solo las personas cambian, el tiempo, la temperatura, también. Ahora, en este momento y en este invierno no hace mucho frío, yo diría que casi nada, pero sin embargo llueve y los cristales están llenos de gotas que yo con mi fantasía veo de unos colores preciosos, lilas, amarillos, anaranjados y además brillan como estrellas relucientes en el cielo.

Mi inspiración no es muy rica, pero si lo suficiente para saber lo que es precioso y poder valorarlo, por eso sé que esta entrada de mi Blog va a ser tan bonita como esas gotas de lluvia que resbalan por mi ventana. Está dedicada a dos hombres geniales, al primero, JOAQUÍN DE PRADA GONZÁLEZ además de ser inteligente, bondadoso y estupendo yo lo amaba locamente y sus caricias y sus cartas me llenaban de felicidad. Del segundo, JULIO CORTÁZAR, amo su obra tan original, de persona que no dice cualquier cosa.

Comparto con vosotros unos textos que me gustan mucho de Julio Cortázar, uno es el cápitulo 7 de la novela “Rayuela”, y el otro es el cuento “La Casa Tomada”. Por otro lado, comparto también con vosotros una carta que me escribió mi querido JOAQUÍN desde Salamanca.

RAYUELA (publicada en 1963)
Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

(texto extraido de Literaberinto:

http://www.literaberinto.com/cortazar/rayuela7.htm)

Esta es la carta de JOAQUÍN que quiero compartir con vosotros:

Salamanca 1 enero 1957

Mi queridísima Loli: empezar un nuevo año es una cosa estupenda sobre todo pensando que es un año que empiezo queriéndote con locura. Un año que es tuyo y que no voy a hacer otra cosa que quererte. El año 1956 no nos podemos quejar. Hemos estado mucho tiempo juntos en él nos hemos conocido y nos hemos querido.

¿Qué más se puede pedir? Yo al menos lo considero un año completamente feliz. Y este que hoy empezamos tenemos que hacer los dos que sea tan feliz como el anterior ¿verdad?

Yo te quiero mucho Loli. No puedes hacerte la más pequeña idea de todo lo que te quiero. Cualquier cosa, pequeña o grande, me hace acordarme de ti. Pienso enseguida en ti y en lo feliz que sería si te tuviera conmigo. Compartir todo contigo es mi mayor ilusión. Más aún mi única ilusión en esta vida. Cuando todo sea nuestro, de los dos y todo lo vivamos juntos, comenzare a ser feliz. Y ahora lo soy un poquito porque tú existes y sé que me quieres y que tu ilusión mayor es también el estar conmigo.

Claro que mi mayor alegría de estos días es pensar que dentro de muy poco estaré contigo. No puedo pensarlo pues si me pongo a pensarlo inmediatamente me entra una morriña enorme de que ese momento aún no haya llegado y me pongo impaciente y me parece una eternidad lo que me falta aún para que coja el tren para irme hacia ti.

Prefiero estos días hacer un esfuerzo y no pensar en ello. Pero es tanto lo que te quiero y tan grandes las ganas que tengo de verte que a pesar de todo no puedo dejar de estar impaciente y desear ardientemente que llegue el día tres y más aún que llegue el momento de verte. Es tan maravilloso que no puedo figurarmelo. Sé que mi alegría será inmensamente (grande) y que en ese momento te querré como nunca. Pero de verdad que no sé lo que haré, ni qué te diré ¡te quiero mucho!

Mi vida en estos días muy atareada. Ya te conté que estuve ayer todo el día trabajando. Hoy me despediré. Mejor dicho estoy aún de despedidas. Mañana intentaré estudiar y el jueves emprenderé el viaje.

Tengo ya el billete para el TAF del día cuatro. Mañana sacaré el billete para el coche de línea a Madrid. El jueves a las 2:30 sale. Ya sabes que a esa hora estaré de viaje. Camino de ti. En marcha para estar contigo. Es decir camino de ser feliz unos días, lo que quiere decir que en el viaje seré ya un poco feliz.

Tú cuídate estos días y se buena chica y prepárate para no separarte en estos días de mi lado. Ya lo sabes que no lo consentiré por ninguna razón ¿entendido?

Tía Lolichi, te quiero mucho. Infinitamente, lo sabes bien. Y estos poquitos días que faltan te querré mucho y me acordaré muchísimo de ti. Falta ya tan poco para verte.

Esta es mi última carta y la última que te escribo que te quiero. La próxima de palabra y verás como te gusta.

Un millón de besos y mis mejores caricias siempre tuyo

Joaquín

Y aquí sigue el cuento “La casa tomada” de Julio Cortázar:

LA CASA TOMADA (publicada en 1951)

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en vos más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

(extraido de la biblioteca digital Ciudad Seva:

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/casatoma.htm)
Julio Cortázar (1914-1984)

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Juntos lo hacíamos TODO y BIEN, pero lo que mejor hacíamos era AMARNOS.

Estas capturas de video son del despacho de Joaquín, y estamos los dos hablando de trabajo, y siempre queriéndonos, claro. Y las cartas, las ha elegido mi hija Cristina a su gusto, la primera es de Joaquín y debajo está mi respuesta.

Una canción de José Alfredo Jiménez que me gusta mucho…

Amanecí otra vez entre tus brazos
Y desperté llorando de alegría
Me cobije la cara con tus manos
Para seguirte amando todavia.

Te despertaste tú cási dormida
Y me querías decir no sé que cosa
Pero callé tu boca con mis besos
Y así pasaron muchas, muchas horas.

Cuando llegó la noche
Apareció la luna
Y entró por la ventana.
Que cosa más bonita
Cuando la luz del cielo
Iluminó tu cara.

Yo me volví a meter entre tus brazos
Tú me querias decir no sé que cosa
Pero callé tu boca con mis besos
Y asi pasaron muchas, muchas horas…

Esta es nuestra preciosa Cristina de pequeñita.

PRONTO MÁS!!

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Fotografías hechas por Loli de Prada un 21 de julio de 1985:

Esta entrada del blog está dedicada al poeta César Vallejo, nuestro poeta preferido. Este poema es de su libro Los Heraldos Negros:

A MI HERMANO MIGUEL
In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: “Pero, hijos…”

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.

CÉSAR VALLEJO, 1918

Y aquí sigue otra preciosa carta de Joaquín y mi respuesta…

¿Verdad que es preciosa esta canción?… parece hecha para nosotros!

Te amaré toda la vida

Te amaré toda la vida,
todos los años, los meses y los días,
todas las horas y todos los instantes,
mientras pueda latir mi corazón.

Te amaré toda la vida,
todos los años, los meses y los días,
todas las horas y todos los instantes,
mientras pueda latir mi corazón.

Tendrás las flores de mi amor en primavera,
en el verano aumentará el calor con mi pasión,
en el otoño, cuando las hojas caigan,
tendrá tu vida una nueva ilusión,
y en el invierno tendrás el fuego de mi corazón.

Tendrás las flores de mi amor en primavera,
en el verano aumentará el calor con mi pasión,
en el otoño, cuando las hojas caigan,
tendrá tu vida una nueva ilusión,
y en el invierno tendrás el fuego de mi corazón.

Te amaré toda la vida…

Autor: Enrique Novelocosme Navarro

¡HASTA PRONTO!

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A veces les pregunto a mis tres preciosos hijos:
¿Créeis vosotros capaz a vuestro padre de ponerle un pleito por algo tan inócuo -o aunque no fuera tan inócuo- a Chelo, Vicenta o Lola (las mujeres de sus hermanos)? Y los tres contestan al unísono NO MAMÁ, JAMÁS.
Y yo tengo que repetirlo: Enamoré al mejor chico de la familia de Prada González. Y si alguien lo duda, me da completamente igual.

LOLI DE PRADA

Y aquí una canción que cantó el Duo Dinámico y que me envió por correo mi amiga Ana Mirasol Vento de Albacete para animarme, por eso y por mucho más también quiero dedicarle esta entrada de mi blog:

RESISTIRÉ

Cuando pierda todas las partidas,
Cuando duerma con la soledad,
Cuando se me cierren las salidas,
Y la noche no me deje en paz.
Cuando sienta miedo del silencio,
Cuando cueste mantenerse en pie,
Cuando se revelen los recuerdos,
Y me pongan contra la pared…
Resistiré erguido frente a todo,
Me volveré de hierro para endurecer la piel,
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte,
Soy como el junco que se dobla
Pero siempre sigue en pie…
Resistiré para seguir viviendo,
Soportare los golpes
Y jamás me rendiré,
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos…
Resistiré,
Cuando pierda todas las partidas
Cuando duerma con la soledad
Cuando se me cierren las salidas
Y la noche no me deje en paz.

Cuando sienta miedo del silencio
Cuando cueste mantenerse en pié
Cuando se rebelen los recuerdos
Y me pongan contra la pared.

Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla
pero siempre sigue en pié.

Resistiré para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamas me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, Resistiré…

Cuando el mundo pierda toda magia
Cuando mi enemigo sea yo
Cuando me apuñale la nostalgia
Y no reconozca ni mi voz

Cuando me amenace la locura
Cuando en mi moneda salga cruz
Cuando el diablo pase la factura
O si alguna vez me faltas tu.

Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla
Pero siempre sigue en pié.

Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamas me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré,resistiré,
resistirééé…

Autor de la letra: Carlos Toro
Musica de: Manolo de la Calva

Esta foto de Loli de Prada (yo misma) junto a nuestros hijos José Manuel y Joaquín en la playa de Gavá me la hizo mi querido Joaquín:

Y finalmente un pequeño homenaje a la grandísima Salamanca y al caballito unicornio de la veleta de San Martín:

Al caballito unicornio de la veleta de San Martín

le digo todos las noches: Salamanca, estoy loquita por ti.

Preciosa foto de Lola Sánchez Saura, madre de Loli de Prada. La foto es del 30 de noviembre de 1925.

¡ADIÓS, HASTA PRONTO CHICAS Y CHICOS!

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Aquí sigue una carta de LOLI DE PRADA y debajo la contestación de JOAQUÍN DE PRADA GONZÁLEZ:

Y aquí la respuesta que escribe JOAQUÍN DE PRADA GONZÁLEZ a su amada LOLI DE PRADA:

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Las campanas siguen doblando pues hace 20 años que murió Joaquín de Prada González. Ese chico polifacético que en su adolescencia fue crítico de cine, co-fundador del Cine-club Universitario de Salamanca y de la revista Cinema Universitario, instigador y firmante del llamamiento a las "Primeras Conversaciones Cinematográficas Nacionales" celebradas en Salamanca.

Paralelamente a sus contribuciones al mundo del cine hizo la carrera de Derecho en la Universidad de Salamanca. Derecho no era su ilusión, lo sé porque al poco de conocerle me dijo que su ilusión habría sido ser Ingeniero Industrial, y que se aferró a esa ilusión hasta el último momento pero finalmente quedo claro que le tocaba estudiar Derecho ya que así podía aprovechar los libros de su hermano mayor y no tenían que incurrir en mayores gastos que no se podían permitir. También me habló de esto en sus cartas (y lo digo por aquellas personas que dicen que esto es mentira). Tras acabar la carrera de Derecho, el siguiente paso estaba pautado y eran las oposiciones a Notario.

Cómo no, lo hizo todo a la perfección, aunque no fuera su ilusión. Mis hijos, tras leer nuestras cartas, están convencidos de que si no me hubiera conocido Joaquín no habría preparado (o desde luego aprobado) las oposiciones, que yo era su razón y motivación para estudiar. Sospecho que es verdad.

Joaquín murió el año 1991 de un traicionero cancer. Ni le tocaba, ni se lo merecía, ni se merecía el mundo quedarse sin él. Tenía mucho por dar todavía pero esa fue una lucha que no pudo ganar por mucho que puso todas sus fuerzas en conseguirlo. Había nacido el año 1933.

Yo le quería más que a mi vida y le perdí para siempre. Él me quería mas que a su vida. ¡Joaquín, tus cartas y tus escritos son ahora mi vida! ¡y yo te sigo queriendo igual que aquella tarde de 1956 en que nos conocimos!

LOLI DE PRADA

Quiero ahora compartir con vosotros esta canción que me llega al fondo del corazón y que creo que os gustará: 

Adoro, la plaza en que nos vimos,

la tarde cuando nos conocimos,

adoro las cosas que me dices,

nuestros ratos felices,

los adoro, vida mía.

Adoro la forma en que sonríes,

y el modo en que a veces me riñes,

adoro la seda de tus manos,

los besos que nos damos,

los adoro vida mía.

Y me muero por tenerte junto a mí,

cerca, muy cerca de mí,

no separarme de ti.

Y sé que eres mi existencia y mi sentir,

eres mi luna, eres mi sol,

eres mi noche de amor.

Adoro el brillo de tus ojos,

lo dulce que hay en tus labios rojos

adoro la forma en que me miras,

y hasta cuando suspiras,

yo te adoro vida mía.

Y me muero por tenerte junto a mí,

cerca, muy cerca de mí,

no separarme de ti.

Y sé que eres mi existencia y mi sentir,

eres mi luna eres mi sol,

eres mi noche de amor.

Adoro el brillo de tus ojos,

lo dulce que hay en tus labios rojos

adoro la forma en que me miras,

y hasta cuando suspiras,

yo te adoro vida mía.

Yo te adoro, vida mía.

Yo te adoro.

Armando Manzanero

Aquí siguen unas preciosas fotos de nuestra boda que tuvo lugar el 6 de noviembre de 1959. La primera es de antes de entrar en la iglesia.

Entré a la iglesia de mano de mi padre Jerónimo Samper, con el velo cubriéndome el rostro.

Boda de Joaquín y Loli de Prada, 6 de noviembre 1959

En las siguientes fotos, aparezco ya con el velo levantado.

La novia

Toca la campana

de la catedral.

¡Y yo sin zapatos

yéndome a casar!

¿Dónde esta mi velo,

mi vestido blanco,

mi flor de azahar?

¿Dónde mi sortija,

mi alfiler dorado,

mi lindo collar?

¡Date prisa, madre!

Toca la campana

de la catedral.

¿Dónde esta mi amante?

Mi amante querido,

creo que llega ya,

Toca la campana

de la catedral,

¡Y yo con mi amante

yéndome a casar!

Rafael Alberti

(final feliz cortesía de Loli de Prada)

boda-loli-joaquin  Los Molinos 6 noviembre 19590003

¡VIVAN LOS NOVIOS!

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