Archivo de la Categoría “La realidad de las cosas”
Adelina y Antonio Muñoz eran dos personas extraordinarias Joaquín y yo las queríamos muchísimo.
Antonio era el alcalde de Denia. Adelina era dentista. No tenían hijos. Cuando era Joaquín pequeño y vivían en Denia (porque el padre de Joaquín fue notario de Denia durante la guerra), Antonio y Adelina lo “adoptaron” lo llamaban “Joaquín de las calzas largas”.
Yo entré en ese mundo años después. Los conocí poco antes de casarme, y fueron para mi una influencia muy positiva.
Adelina fue una persona que impacto mi vida. Me enseño tantas cosas, que fue también como una segunda madre para mi. Vivía en un chalet por las rotas en Denia. Tenía un jardín con piscina precioso.
Los Prada vivían en las Rotas, una zona muy bonita de Denia enfrente del mar. Los chalets se llaman “rotas”.
Yo pase mi luna de miel en las Rotas, en una casa que nos dejaron que se llamaba Mariney.
Allí Joaquín había conocido, de niño, a personas como Antonio Ventura, con el que mantuvo una relación toda la vida.
Joaquín había mantenido contacto con Antonio y Adelina, y cuando, años después, faltó Antonio él no dejó de ir a su entierro.
Recuerdo que estando Antonio ya muy malito fui con mi hijo Joaquín a Riu Rau, la casa de Adelina.
¡Cuantos recuerdos! ¡yo quiero volver!
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En 1963 yo vivía en Salamanca en la calle Santa Teresa número 3, quinto izquierda.
El 22 de noviembre José Manuel cumplía siete meses, mi marido, Joaquin de Prada González, estaba preparando unas oposiciones entre notarios en Madrid.
Loli de Prada en la Plaza de los Bandos muchos años después en 1999.
Aquella mañana, como todos los días, llegó la Señora Paca, que me ayudaba con las cosas de la casa. A media mañana me trajeron media barra de hielo que yo metí en la nevera, pues nuestra nevera no era eléctrica. Ah! pero antes, vino el portero a subirme el carbón para mi cocina económica que encendía normalmente al atardecer y a la que le ponía unas unas cáscaras de naranja (que se quemaban) para que oliera bien, cosa que por cierto, me copiaron todos los vecinos…
Os hablaré de mis vecinos… en el mismo quinto en la puerta derecha vivía Troconi, que era médico, y, que además de serlo era un buen amigo nuestro, y que por cierto se portó muy bien cuando tuve a mi madre en casa muy malita con un cancer (ella al final se murio cuando ya estabamos en Baeza en 1965). Y en el cuarto derecha vivía mi amiga Magdalena, que su marido Pepe era anestesista, y que además, era de cerca de Cartagena, como yo.
Pero sigo con mi historia, era un día normal y acompañe a Quinito a las monjitas, donde, por decir algo estudiaba por las mañanas, le di el biberón a José Manuel y escuché la radio un rato pero como no era interesante la apagué enseguida, por aquellos tiempos no teníamos televisión.
Por la tarde me senté un rato en el sofá a hacer punto. José Manuel seguramente dormía en la cuna y Quinito debía estar jugando en “Miami” (os explicaré, eso de Miami, era un cuarto, medio de invitados, medio de trastos, donde Joaquín, después de comer, se echaba a dormir la siesta). Pero sigo, más tarde iríamos a dar un paseo a la Plaza de los Bandos al lado de casa. Recuerdo que cuando volvimos oí la voz de Magdalena gritando por el patio del montacargas que nos comunicaba, estaba muy alterada y me decía: ¡Loli, Loli, Loli!¡Han matado a Kennedy! ¡Han matado a Kennedy! instintivamente me salió, ¡Que no! ¡Que eso es mentira! ¡Que es mentira!
Cristina de Prada en la exposición de Loewe “The Kennedys” con Tony Nourmand, autor y editor del libro “The Kennedys”
Cristina de Prada en la exposición de Loewe “The Kennedys”
Pero desgraciadamente era verdad, habían matado a Kennedy en Dallas y desde ese momento nunca nada fue igual.
Siempre he sido una gran admiradora de Kennedy y tengo muchos libros, fotos y recortes de periódico de él. Mi hijo dice que soy muy “Kennediana”, y la verdad es que si. Se han dicho muchas cosas sobre Kennedy, pero yo sigo pensando lo mismo: que era muy buena persona y que no debieron matarlo, además no tengo ninguna duda de que el mundo sería mejor si Kennedy hubiera vivido.
Cristina de Prada en la exposición de Loewe “The Kennedys”
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Cómo quisiera tenerte. Cómo quisiera cuidarte. Como quisiera adorarte, besarte, acariciarte. Porque todo en la vida, desde que tu faltas, ha sido como un buscarte y un no encontrarte. Contigo la vida para los niños hubiera sido distinta y la vida para mi hubiera sido distinta… y tu habrías estado junto a nosotros viviéndola.
A veces me pregunto ¿qué he hecho yo para que me “consideren” ciertas personas de misal en mano y de cuerpo arrodillado?
¿Porqué tanta falsedad? Ahora que todos sabemos que la iglesia es una mafia, una mafia como cualquier otra.
Menos mal que nuestro Joaquín de Prada González, querido por todos, se dio cuenta mucho antes de morirse que todo eso era falsedad, y que para él no existía más que nuestros preciosos hijos y yo misma. Claro que si.
Os dejo con un precioso escrito de Mario Benedetti.
Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios destino.
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme.
La gente que tiene tacto.
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.
A estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor.
La gente que nunca deja de ser aniñada.
Me gusta la gente que con su energía, contagia.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
La gente que lucha contra adversidades.
Me gusta la gente que busca soluciones.
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.
Me gusta la gente que tiene personalidad.
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.
La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.
Mario Benedetti
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LOLI se viste DE PRADA… y es que yo empecé a vestirme “de Prada” el día 1 de Abril de 1956 por la tarde, que fué cuando conocí a Joaquín de Prada.
Y desde entonces no me he quitado ese “traje” ni me lo quitaré jamás.
Imaginad lo en serio que me lo tomo, que hasta hice un acta notarial para que no me pongan pegas cuando firmo Loli de Prada!
Así que, a los que no les gusta, que se aguanten. Que Loli de Prada es asi, y como dice el refrán “el que quiera que lo tome y el que NO que lo deje”. Además tengo que decir una cosa más, vestirme DE PRADA desde 1956 es lo mejor que he hecho en mi vida, porque cuando empecé a amar ya no lo dejé y ese amor continuará mientras yo exista, y también puedo añadir que nuestros hijos seguirán luchando por Loli de Prada y por su padre Joaquín de Prada González. Yo, una chica de pueblo y él, el mejor Notario del mundo.
Las fotos que acompañan esta entrada son de un viaje que hicimos a Nueva York el año 1986.
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Javier Sánchez Zapatero y la prensa de Salamanca se acuerdan de Joaquín y Loli de Prada.
Debajo de la imagen del suplemento, os adjunto la transcripción.
Quiero dar las gracias a mis amigas de Salamanca, Carmen, Concha, Mercedes y Nunchi, por quererme tanto y acordarse de mi y guardarme el recorte original de la Gaceta. Y a Javier Sánchez Zapatero por ser tan amable y enviarme el pdf. También a mi hijo Joaquín, por las bonitas fotografías, especialmente la que aparece al final y que, aunque ya aparecía en el libro, es una nueva ampliación, digitalizada del negativo original que ha sido reciente redescubierto.
Sin más os dejo disfrutar del bonito artículo.
Memoria sentimental
“Censurado. Joaquín y Loli. Un encuentro de cine” es un singular libro que encierra un homenaje lleno de amor
A finales de 2006, la editorial salmantina Amarú publicó “Joaquín y Loli. Un encuentro de cine”, un peculiar, original y heterogéneo libro que, combinando fotografías, cartas y documentos personales, relataba la historia de amor entre Loli y su esposo Joaquín de Prada, fallecido años atrás y cuya memoria, en forma de sentido homenaje, quería recodar la obra. A los pocos meses de que la primera edición viera la calle, la autora y la editorial del libro fueron demandados por familiares de Joaquín por haber atentado contra su derecho a la intimidad al haber incluido en la obra fotografías en las que aparecían sin su consentimiento. Tras la intervención de un juez, la obra fue retirada de las librerías, paralizándose su distribución.
Aquella decisión –que puede ser calificada, cuanto menos, de extraña, ya que su aplicación sistemática implicaría, por ejemplo, la prohibición de prácticamente cualquier libro de fotoperiodismo- no implicó el final del proyecto de Loli de Prada, que volvió a trabajar con los materiales de aquella obra para crear “Censurado. Joaquín y Loli. Un encuentro de cine”, una nueva edición en la que se han eliminado todas las fotografías que provocaron el altercado judicial y se han incluido nuevos documentos, fundamentalmente cartas personales y textos de colaboradores. La obra sigue siendo fiel al espíritu que le vio nacer y continua siendo, por tanto, una personal, sincera y muy sentida declaración de amor. Al mismo tiempo, es también un relato de la relación de Joaquín y Loli en el que hay cabida para toda su peripecia vital común: de los primeros encuentros y las primeras muestras de cariño siendo jóvenes hasta la muerte de Joaquín, pasando por la consolidación de su noviazgo, el comienzo de la vida en pareja y la constitución de una familia.
Pero no sería justo ver en la obra solo un homenaje personal a Joaquín de Prada. A pesar de que esa es la intención de la autora, y de que su cariño hacia quien fuera su marido está presente en todas las páginas del libro, “Censurado. Joaquín y Loli. Un encuentro de cine” tiene mucho también de memoria colectiva. Leyendo los documentos que lo conforman –entrelazados, por cierto, con mucho acierto, hasta el punto de dar un sentido unitario de relato a lo que en su momento fueron textos independientes-, el lector podrá entrar en contacto con la vida en la España de posguerra y, de forma especial, con el panorama cultural de Salamanca, del que Joaquín de Prada fue un importante representante gracias a su participación en las Conversaciones de Salamanca o en la creación del Cine Club. No en vano, otros destacados miembros de aquel círculo intelectual como el escritor Luciano G. Egido colaboran en el libro, escribiendo una sentida semblanza sobre el protagonista.
Singular, honesta e interesante, la obra de la autora Loli de Prada destaca también por su gran valor formal. La presentación, que incluye fotografías, reproducciones de cartas, destellos tipográficos y una original maquetación, dota a todo el libro de un atractivo que hace brillar aun más el homenaje memorialístico y pasional que encierra.
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Me gustan las fotos antiguas y los recuerdos. Por eso hoy quiero compartir unas fotos muy bonitas de Joaquín con vosotros.
Imaginaros, por ejemplo, una tarde cualquiera de abril, digamos de 1973. Joaquin está en su despacho. Tiene mucho trabajo. Pero para él lo más importante era su familia, es decir, nosotros y su madre.
¿Qué está haciendo?
Mirad las fotos con detenimiento a ver si lo adivináis. Son unas fotos preciosas que hizo mi hijo Joaquin en el despacho de su padre en lo que llamamos la «notaría vieja» de Hospitalet.
Está con su máquina de escribir, la Olivetti Pluma, pero ¿que estaba escribiendo? ¿acaso un complejo testamento? ¿Acaso una larga escritura?
Pues no, está escribiendo una carta para su madre, Carmen González Pérez, unas cartas que le escribía y que luego ella iba poniendo en unos cuadernos de anillas que afortunadamente conservamos en su integridad. Es por ello que hoy podemos ver exactamente lo que estaba escribiendo Joaquín en esa cuartilla que tiene la máquina de escribir y podemos tener en las manos las fotos que él tenía encima de la mesa. Podéis verlo a continuación.
Cuando murió mamá, que es como ya sabeis yo llamo a la madre de Joaquín cariñosamente, lo único que le pedí a los hermanos de Joaquín es que me enviaran estos cuadernos junto con un libro de Resoluciones de la Dirección General de los registros y del notariado que había escrito Joaquín y le había dedicado a su madre.
Es el principio de una carta preciosa y espero que os guste tantísimo como me gusta a mi.
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Aunque con un poquito de retraso quiero felicitarte el cumpleaños Joaquín. Y quiero darte las gracias por el regalo tan maravilloso y especial que nos hiciste ese día.
Os contaré.
Mi hija Cristina con el sombrero de copa de su bisabuelo, que aún conservo y que ella venera.
Una de las muchas cosas de que se me ha acusado es de haber “copiado” fotos que no eran mías que decían que no tenía.
Pero… yo pregunto ¿es posible que Joaquín, que había guardado tantas cosas y tan maravillosas de casa de sus padres (como el sombrero de copa) y que era tan aficionado a la fotografía no tuviera la mejor colección de fotos de toda la familia?
Mi dormitorio en la casa antigua, donde se ve una foto de los hermanos de Joaquín.
¡Pues claro que no! Y ese es el el regalo que me hizo, que nos hizo a mi y a mis hijos, el día 3 de agosto, cuando por casualidad encontramos una caja llena de fotografías, muchas, muchas fotografías, pero eh, no fotografías cualquiera, unas fotos maravillosas como esta en que se le ve el día 1 de abril de 1956 vestido con el traje de gala y el sable ¿os suena ese día? !claro que sí, es el día en que nos conocimos!
Pero no sólo es un testimonio increible, hecha en la plaza del ayuntamiento, además tiene una cosa escrita por detras… ¡y de su puño y letra!
“el día que nos conocimos por la mañana
1 de abril 1956″
Espero que os guste tanto como me gusta a mi.
Os dejo otras fotos sacadas de un vídeo de 1985, cuando nos reencontramos después de una corta (aunque para mi siempre era larguíiiiisima) serparación.
Reencuentro en el aeropuerto en 1985
Otra foto del reencuentro en el aeropuerto en 1985
Y esta otra en que estoy practicando guitarra en 1972.
Loli tocando la guitarra en 1972
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Los padres de Joaquín y abuelos de mis hijos: Cármen González Calzada y José María de Prada y Fernández Mesones
Yo escribí un libro. Mi libro. Mejor dicho “nuestro libro” pues es el libro de Joaquín y Loli. Esta fue mi manera de mantener viva la memoria de Joaquín de Prada González y compartirlo con el mundo pues era demasiado maravilloso como para que el resto del mundo no se enterase.
Los hay que crean y los hay que destruyen. Ellos quisieron destruir mi libro. Destruirme a mi, sin pensar en los costes o las consecuencias. Eliminar toda memoria de Joaquín y mía. Sospecho que les molestó la honestidad del libro, al igual que les he molestado YO desde el momento que entré en la vida de Joaquín. No pudieron quitarme a Joaquín pues nuestro amor era verdadero. Cuantos más obstáculos tuvimos más creció ese amor. Pero se emperraron en quitarnos el libro (que hemos vuelto a publicar, ajustándonos a la sentencia que les da, tristemente, la razón). Ellos son los dos hermanos de Joaquín que le sobreviven, José María y Manuel.
Como brabucones, primero enviaron una carta amenazadora, pensando que nos amendrantarían. La carta, ese famoso burofax enviado en la navidad de 2006, contenía amenazas que a ratos eran de chiste (y difícil es creer que vengan de la mano de un abogado). Como esta:
O esta siguiente perla, que viene a demostrar lo poco que conocían a su hermano:
Si, obviamente fueron cartas escritas dentro de la privacidad y sin pensar en publicarlas en un libro. Pero son cartas maravillosas y Joaquín se habría sentido ORGULLOSO de que yo las publicara, así pienso yo, y así piensan mis hijos. ¿Realmente creen que si su “pobre hermano” pudiera levantar la cabeza lo que le avergonzaría sería nuestro libro? ¿de verdad? ¿No se les ocurre pensar que a lo mejor lo que le avergonzaría es que sus hermanos le mandaran a su viuda semejante brabuconada? ¿o que le avergonzaría todavía más que luego esos hermanos le pusieran un pleito a su viuda?… A VER, SEAMOS SERIOS. Si algo ha de causar vergüenza es lo que han hecho ellos, y no el publicar una historia de amor y unas cartas llenas de cariño.
Lo que sigue en esa carta tan llena de cariño es el el argumento que luego han usado en juicio y que (a falta de la palabra final del Tribunal Supremo) les ha dado lo que querían. Esas fotos en las que aparecen junto con Joaquín de pequeños son aparentemente una grave invasión a su privacidad, y lo que es más aberrante, la publicación de fotos de padres y abuelos, aparentemente, también es una invasión a su privacidad. En fin, no os voy a aburrir más. El que quiera leer el burrofax completo puede acceder a él haciendo click aquí.
Lo que duele mucho más que los 18.000 euros que tendremos que pagarles (por la gravedad de los daños morales que aparentemente les hemos causado), eso si el Supremo les sigue dando la razón, es la prohibición de publicar fotografías de los padres y de los abuelos de Joaquín (abuelos y bisabuelos de mis hijos):
Lo cual ha dado lugar a situaciones absurdas como la de tener que eliminar con Photoshop a la madre de Joaquín de nuestra foto de boda. Aquí os la puedo mostrar al completo pues la ha publicado mi hija en su cuenta de Flickr y yo no hago más que enlazar (al igual que con la maravillosa foto de arriba), pero en el libro ella ha sido eliminada:
Otro absurdo es que, como un juez ha dicho que no puedo publicar fotos de los abuelos y bisabuelos de mis hijos, teóricamente no podría publicar la siguiente foto, que se tomó el 11 de noviembre de 1927 en la Universidad de Salamanca, con ocasión del nombramiento honoris causa del Sr. Brown Scott (jurista especialista en Derecho Internacional y del Sr. Fernández y Medina (ministro de Uruguay).
Sabemos quién es quién (o casi todos) por que la foto ha aparecido publicada. Obviamente a Manuel González Calzada lo reconocemos inmediatamente y es así como encontramos esta foto en el Archivo Fotográfico de Salamanca, mirando fotos y viendo si lo reconocíamos. También lo sabemos pues al día siguiente de la fotografía apareció un artículo en el ABC dónde se dice:
Formaban la presidencia el ministro de Instrucción publica, Sr. Callejo; el rector de la Universidad de Salamanca, Sr. Esperabé; el presidente de la Asamblea Nacional Consultiva, Sr. Yanguas Messía, que lo es a la vez de la Asociación de Francisco de Vitoria; el embajador de los Estados Unidos de América, el duque de Alba, Mr. Brown Scott, el representante de la Universidad de Lisboa, Sr. Magalhaes; el ministro del Uruguay, Sr. Fernández y Medina. Los estrados se hallaban totalmente ocupados por los representantes de las distintas Facultades, tomando asiento en ellos los Sres. Hoyos, Méndez, Rodríguez Arrieta, Corredera, Calzada, Peña, Barcia, García Blanco, Sánchez de Parga, Muñoz García, obispo de la diócesis, fiscal de Su Majestad, alcalde de Salamanca, Fernández Pridas, Diez, Canseco, marqués de Olivart, López Montesinos, cronista de Salamanca, delegado de Hacienda, presidentes de la Diputación y de la Audiencia, rectores del Colegio de los Irlandeses, padres jesuitas, dominicos, carmelitas, agustinos y salesianos; decanos de los Colegios de Abogados y Procuradores, gobernadores civil y militar, coroneles de los Cuerpos de la guarnición, directores del Instituto de segunda enseñanza y de las Escuelas Normales de maestros y de maestras.
Finalmente también quiero compartir con vosotros estos maravillosos diplomas que Joaquín y yo salvamos de acabar en la basura cuando se vendió la casa familiar de Salamanca.
El título de licenciado en derecho y el título de doctor en derecho del padre de Joaquín: José María de Prada y Fernández-Mesones y dos premios extraordinarios del examen de estado Joaquín de Prada González.
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En el 21 aniversario de la muerte de Joaquín de Prada González, aún siguen doblando las campanas. Loli de Prada lo puede asegurar. Yo le quería más que a mi vida y lo perdí para siempre…
Por cierto, que esta foto en que está tan guapo con unas rocieras se la hice yo en 1988 durante un viajecito que hicimos a Sevilla. Y en la foto de abajo estamos en el restaurante Espadon del hotel Ritz de Paris, en 1989, cuando ya sabíamos que tenía un cancer, aunque poco podíamos sospechar que nos quedaba tan poco tiempo para disfrutarlo.
Durante la dictadura de Franco íbamos amenudo a Francia a comprar libros prohibidos sobre el franquismo, a veces también se podían comprar en la trastienda de la librería “Cinc d’Oros” de Barcelona…
Joaquín de Prada González, os lo puedo asegurar nos continua queriendo. Era cariñoso y dulce, muy amigo de sus amigos, que fue cultivando allí dónde estuvo: en Salamanca, del mundo del cine y del de la carrera de Derecho y en Cataluña, en el Colegio Notarial, dónde destacó. En fin, que fue siempre muy querido por sus amigos que lo conocieron muy bien, y muestra de ello son estos maravillosos escritos que hemos ido publicando recientemente en el blog.
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Ahora toca el turno de mi hija Cristina, que al igual que sus hermanos estuvo muy unida a su padre, Joaquín de Prada González. Espero que disfrutéis su escrito y esta foto, que hice yo mientras los dos dormían y Cristina era muy chiquitita…
Aquí sigue el escrito de mi Cristina:
Hace 21 años que murió mi padre y 20 años que conocí a Peter. Así es que tristemente Peter, con quien comparto mi vida, no llegó a conocer a Joaquin de Prada González, con quien creo que se habría avenido muy muy bien.
Es verdaderamente triste que sea así, pero me consuela pensar que en alguna medida, aunque sea pequeña, si que lo ha conocido. Me explico. Siempre hemos sido una familia muy unida, hemos viajado juntos, hemos celebrado juntos y eso supone que cuando un miembro de la familia muere, deja atrás costumbres, gestos, tics, frases, anécdotas, gustos y mil cosas más, a las que nos aferramos para mantenerlo cerca y que compartimos con los que se nos acercan. Esos pequeños pedacitos de Joaquin de Prada González que yo guardo en mi corazón ya no sólo son míos sino también de Peter que los ha asimilado, los vive y sabe que me alegran y acompañan.
A modo de ejemplo, os cuento unas cuantas historias inconexas que nos acompañan siempre y nos recuerdan a él:
En los últimos 20 años hemos debido viajar a Holanda, Peter y yo, más de una cincuentena de veces. Pues cuando mi padre viajaba en avión y el avión empezaba a acelerar para el despegue, mi padre solía poner en marcha el cronómetro de su reloj digital. La razón era pura curiosidad, relacionada con el hecho de que sobrepasada cierta velocidad (y tiempo por consiguiente) el avión ya no podría frenar a tiempo aunque quisiera (por falta de pista) y no tendría más remedio que despegar (en el mejor de los casos). Un detalle curioso del que se debió enterar en alguna de sus lecturas, como no y que por curiosidad cronometraba. Os parecerá una tontería, pero yo ahora cuando estoy en el avión y vamos a acelerar, pulso con mi dedo índice un cronometro imaginario y pienso en él, mientras que Peter pone en marcha el cronómetro de su Iphone.
Cambiando radicalmente de tema (como voy a hacer en numerosas ocasiones a lo largo de este escrito) os contaré que hay frases que él usaba y que todavía nos acompañan, algunas de lo más divertidas, por ejemplo este “punch line” (remate) de un chiste cuyo principio ya nadie recordamos (si alguien conoce el principio del chiste que lo diga!!). La frase en cuestión es: “¡A tomar por culo el caballito y la bicicleta!” y la seguimos usando todos los de casa cuando la circunstancia es la apropiada.
Hay otra frase, y esta se remonta a la infancia de Joaquín: “Pasa lo que pasa con las pasas”, que aparentemente es algo que respondió de pequeñito en clase e hizo reír mucho a la profesora y a los otros niños… nos contó esta historia un día y ya nunca lo he olvidado, y la frase la voy usando de vez en cuando.
Otro cambio de tema… a mi padre le encantaba comer bien, y aunque siempre ha cocinado mi madre (Loli), había una excepción que era el Steak Tartare, que preparaba él (con mi asistencia de pinche)… que rebueno salía. Y ahora lo hacemos Peter y yo, igualito ¡y nos acordamos mucho de él!
Otra anécdota culinaria se remonta a una vez en que estaba yo haciendo leche merengada y le di a probar la leche antes de añadir el merengue (pero ya llevaba su azucar y estaba aromatizada con limón y canela). Le dije, puedes probar pero “esto es solo la leche”, y el me contesto “¡pues coño que vaca!”
A él le encantaba presumir de hija cocinera (no en vano mis padres me pagaron estudios de cocina en la escuela Ritz-Escoffier de Paris, en las tripas del hotel Ritz), y recuerdo una vez que estaba muy orgulloso de mí pues hice helado de ciruelas al Armagnac para su amigo y compañero Juanjo Lopez Burniol, en una ocasión que venía a cenar con su mujer, Dolores. Recuerdo que luego mi padre insistió en que se llevara el resto a casa, y estaba feliz de fardar de hija cocinera (yo hice toda la cena!).
Sigo con anécdotas divertidas, y es que una vez viajamos él y yo solos a Londres, por aquel entonces yo debía tener 18 años. Me acuerdo que se reía pues decía que todos los que nos veían juntos debían pensar “¡¡pero si podría ser su padre!!”, y me dijo “me voy a hacer una camiseta en que delante ponga ‘no solo podría ser su padre’ y por detrás ‘LO SOY!’
Luego esta su cariño por ciertas personas o personajes. Guido Crepax por ejemplo, y su personaje, Valentina. Recuerdo un viaje a Milán que hicimos cuando yo debía tener 12 años. Sabíamos que Milán era donde vivía Guido Crepax y a mi madre (Loli) y a mi se nos ocurrió bajar al lobby del hotel y buscarlo en la guía telefónica. No había ningún Crepax pero si un Crepas, con S… y nosotras pensamos, ¿será el? A lo mejor no se apellida Crepax de verdad, solo es como él firma. Subimos a la habitación con esta información, y ni cortas ni perezosas llamamos al numero y con nuestro italiano de andar por casa pudimos comprobar que si, si que era la casa de Crepax, y quedamos en visitarlo.
Fue inolvidable. Fuimos todos a su casa y aunque yo era pequeñita recuerdo todavía sus soldados de plomo, y una muñeca articulada de Valentina que había hecho su hija, y su aspecto, un hombre delgado con aspecto casi de monje. Papa compro varios originales, uno de ellos esta dedicado a mi “a Cristina, con cordialità”. Así que por eso es Valentina parte de nuestras vidas y nos acompaña siempre.
Para acabar, están las colecciones de Joaquín que nosotros seguimos haciendo, entre ellas la colección de carteles de NO MOLESTAR y de menús de cafeterías y bares. Bueno, en general todo el material promocional impreso de los hoteles, lo coleccionaba, tenemos cajas y cajas.
Me encantan estas fotos suyas delante de su colección de menús de cafetería, dónde hay verdaderas preciosidades!
Hay muchas más historias que contar, y es que lo llevamos muy dentro del corazón.
¡Papá te echo mucho de menos!
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